17 junio 2022

Postales de este lado del mundo: la obra plástica de Dardo Orquera

 

“La verdadera patria del hombre es la infancia”

Rainer María Rilke

¿Cuántas formas hay para expresar el amor por la ciudad de uno? Innumerables, sin duda. Desde colaborar en el cuidado de la limpieza, hasta plantar árboles, pasando por el pago puntual de los impuestos (tasas, precisemos, después de todo se trata de un municipio). Pero además de los ciudadanos de a pie, hay quienes tienen una relación especial con la creación y se conocen como artistas. Ellos también expresan sus lealtades, a su manera. Así, nuestra querida Mercedes Sosa cantó las penas y alegrías del obrero del surco, el poeta Lucho Díaz ilustró en sus versos el sentir popular del interior de la provincia, y el eterno Gerardo Vallejo documentó en blanco y negro realidades locales difíciles de procesar aún el día de hoy. Y a pesar de que no son pocos los hijos de Szalay y Spilimbergo que retrataron “los trabajos y los días” tucumanos, la dominante fue el paisajismo como marca identitaria: Osorio Luque, Demetrio Iramain, Luis Lobo de la Vega, Guillermo Guerineau y siguen las firmas... El caso de Dardo Leoncio Orquera (Tucumán, 1931-2016) aporta una página singular en la historia del arte local: nacido en la ciudad de Concepción, vive luego en Villa Hileret  y los veranos de su infancia lo encuentran en Alpachiri, nada menos que en medio de la antigua traza del Camino del Inca. Su hija Fabiola, investigadora de la cultura popular del noroeste argentino, lo recuerda como un docente incansable, un folclorista de conexión visceral con la música, como fotógrafo, ensayista, empedernido lector... y artista visual hacia el final de sus días. En los pocos años en que produjo la totalidad de su obra plástica (2000-2010), dejó plasmadas más de sesenta obras como las que podemos admirar en la muestra que reseñamos, y que responden antes que a un paisajismo tradicional (y tradicionalista), a uno urbano con muy pocos referentes en nuestro medio.



Desde el punto de vista cultural, el paisaje no es un objeto (ni natural ni artificial, dicho sea de paso) sino una construcción subjetiva. Por supuesto que cualquier paisaje se construye, se elabora a partir de algo que se ve, pero va mucho más allá de lo que materialmente existe. Al enfrentarse el artista con la ciudad, proyecta sus estados de ánimo sobre la escena a través de su mirada estética. ¿Cómo saber cuánto hay en las obras de Orquera de lo que vio, lo que escuchó, lo que leyó sobre la ciudad de antaño? Al valorar elementos plásticos como la línea, el movimiento, espacio luz y color nos preguntamos: ¿cuánto le debe su propuesta al cine, a la arquitectura, a la fotografía, pero también a la música, la literatura y hasta a la publicidad? Debemos decir que no es en cada imagen singular sino en su concatenación donde se produce el “efecto retrato” del viejo Tucumán. Así, antes que una experiencia personal la obra plástica de Orquera se emplaza sobre una memoria colectiva.



Se atribuye a un conocido político inglés el pensamiento “First we shape our buildings, then they shape us” (Primero damos forma a nuestros edificios, luego ellos nos dan forma a nosotros). De igual manera podemos pensar a las ciudades: primero somos nosotros quienes las moldeamos, luego ellas nos moldean. Profundizando en esta idea, no se observan en las obras exhibidas ninguna de las características que el filósofo y sociólogo berlinés Georg Simmel (contemporáneo a los procesos que mencionamos) describe en la ciudad moderna: el predominio de la racionalidad, el hastío, la reserva de las emociones, el anonimato, la precisión y la exactitud. Por el contrario, la ciudad orqueriana tiene casas bajas -a excepción de los dos pisos del Cabildo o de los tres del Hotel Savoy-, señoritas que cuchichean en corro y vestidas a la moda, caballeros con traje y corbata moño o sombrero y pañuelo al cuello -según la clase social de la que se trate-, vendedores ambulantes y otros tantos oficios hoy desaparecidos.





Creemos que la mirada sobre la ciudad que prevalece en las obras de Orquera refleja el momento histórico que marca el paso del Tucumán tradicional al -digámoslo así- moderno. Calles, plazas y edificios pueden resultar identificables y aún reconocibles para el espectador, sin embargo la ausencia de multitudes, las pocas personas que pueblan el espacio pictórico, dan cuenta de la morosidad de la vida cotidiana de aquel entonces. Vacas soñadoras, algún que otro carro tirado por caballos, unos pocos transeúntes y hasta un tímido ciclista son los casi exclusivos protagonistas de estas postales. Si la ciudad fuera un texto, los cuadros de Orquera serían aguafuertes costumbristas como alguna vez las supo componer Roberto Arlt, o mucho antes Mariano José de Larra. El cambio de época puede observarse en toda su plenitud en la obra “EL BAJO” (óleo, 70 x 50 cm.), donde coexisten una conocida edificación en pie al día de la fecha, un tranvía eléctrico, un coche a motor, dos carruajes a caballo -uno con techo desmontable y otro fijo-, una bicicleta y un vendedor ambulante empujando su carrito de dos ruedas. No cuesta mucho imaginar cruzando esas calles, o saludándose -sombrero en mano- a Ricardo Jaimes Freyre,  Juan B. Terán o al mismísimo Paul Groussac.


La particularidad de las obras expuestas radica en la dislocación temporal que proponen: Orquera, hombre del Siglo XX, recrea en el Siglo XXI un Tucumán que apenas abandonaba el Siglo XIX y que solo en alguna medida llegó a conocer personalmente. Para ello Dardito utiliza de bastidor -a la manera de Rilke- fotografías antiguas a partir de las que borda con hilos de sus propios recuerdos e impresiones, las imágenes que construyó yendo “de Hileret a la Ciudad”. Sin importar cuán lejos o cuan cerca nuestro percibamos las imágenes que Orquera nos regala, corresponden a una ciudad invisible (Ítalo Calvino dixit): aquella que habitamos y que no vemos precisamente por nuestra plena identificación con ella. Las obras reunidas en esta muestra constituyen una geografía imaginaria que contrabandea recuerdos, anacronías y sueños a paso de cangrejo, la misma manera en que Günter Grass pensaba la historia: moviéndose hacia atrás para poder avanzar.

 

Rodrigo Campos Alvo

San Miguel de Tucumán, viernes 17 de Junio de 2022

 



RESEÑA DE LA MUESTRA

 

"Dardito, de Hileret a la Ciudad"

(Imágenes del viejo Tucumán)


Obras de Dardo Leoncio Orquera

Del 6 al 30 de junio de 2022

En el Centro Cultural Virla de la Universidad Nacional de Tucumán

(25 de mayo 265, San Miguel de Tucumán)


Proyección del corto animado:

"Crónica en colores de un viaje primordial"

de Fabián Castro, Susana Ale y Fabiola Orquera





SELECCIÓN DE OBRAS

Mendoza y Maipú (actual Mercado del Norte), óleo 70x50 (2003)




Laprida al 100, óleo 70x60 (2004)



Hospital Mixto de las Mercedes (actual Htal. Padilla), óleo 70x50 (s.f.)



Actual Escuela Sarmiento, óleo 70x50 (2009)



Crisóstomo Álvarez al 200, óleo 45x55 (2008)



Congreso primera cuadra, óleo 70x50 (2008)



Casa del Obispo Colombres, óleo 55x45 (2011)



El Cabildo en 25 de Mayo primera cuadra (actual Casa de Gobierno), óleo 65x40 (2001)



24 de Setiembre y Avenida Avellaneda, óleo 65x50 (2010)



24 de Setiembre y Sáenz Peña (El bajo), óleo 65x55 (2008)



24 de Setiembre y 25 de Mayo, óleo 65x50 (2010)



24 de Setiembre al 400, óleo 50x70 (2005)


Techos y Cabildo a la distancia, óleo 70x50 (s.f.)


San Martín y Maipú, óleo 70x55 (2009)



San Martín y Laprida, óleo 60x50 (2009)


San Martín al 600, óleo 50x70 (2004)



San Martín al 500, óleo 50x70 (2004)



San Martín al 400, óleo 70x50 (2005)


Plaza Lamadrid (Ex Terminal de Ómnibus), óleo 70x45 (2004)



Plaza Independencia, óleo 70x50 (2004)




03 junio 2022

Horacio Abate dialoga con dibujos de la Colección Villafañe

La cultura Maya inscribió en su texto sagrado -conocido como Popol Vuh- las etapas de la creación del cosmos. Por supuesto, primero fue la naturaleza: la tierra, el agua, los ríos, el cielo…. Pero ¿quién los disfrutaría? Los dioses celebraron un Consejo donde introdujeron los animales: algunos pequeños, otros grandes, algunos con plumas otros con pelos, y así... Le siguió un hombre de barro, que apenas hablaba y no podía mantenerse en pie. Intentaron luego con un hombre de madera que pudo caminar y multiplicarse, pero que carecía de alma. Fue castigado con la extinción. Rayando el alba, los dioses tomaron maíz y lo hicieron hombre. Este fue quien habló y caminó y amó y creó. En esta tradición hablar de creación es hablar de arte. Crear: ver cómo de un punto -elemento primario de la pintura- se desprende una línea. Veloz como un rayo, siguiendo una fuerza superior, toda la tensión acumulada allí se desplaza en múltiples direcciones. Desde el llano, el hombre en su libre albedrío dibuja las curvas y las rectas con las que trazar el camino de la vida.

Y si hablamos de vida, hablamos también de sexo y erotismo, algo que el santiagueño Abate sabe retratar con trazos a veces sutiles, a veces perturbadores. Y desde ahí dialoga con los personajes de Sánchez, Koch y Cambronero que nos sugieren que la sensualidad y el dolor pueden darse en forma simultánea. Don Leonardo Iramain, con un solo trazo, ilumina un semblante que serpentea hasta convertirse en su propia firma. Con su frescura habitual, Porta Villafañe combina el pasado, presente y futuro de nuestro país a través de una inconfundible figura, con pintadas callejeras y todo. Molina, Colque y Quipildor retratan las tristezas y alegrías de la vida, fusionando dibujo música y naturaleza. Avellaneda, Salas y Anuncio Iramain quitan el velo a la realidad para exhibir las miserias de la anomia y la desesperación, en fin: la angustia del hombre moderno. Ríos, Kelly Romero y Lazarte no se quedan atrás y juegan con la duplicidad humana, revelando el animal que quizás todos llevamos dentro, en claro contraste con el clasicismo y naturalismo que trasuntan las obras de Zárate, Mecha Romero y Quiroga. Por último, nos preguntamos: en las obras de Belo, Villafañe y Cubría, ¿es el espectador quien mira al cuadro o el cuadro al espectador? En síntesis, la selección de obras que hoy podemos disfrutar pone a dialogar estos valiosos artistas de la región recordándonos que el hombre de maíz se encuentra aquí, celebrando la creación. (*)


Rodrigo Campos Alvo

San Miguel de Tucumán, 25 de abril de 2022


(*) Texto del catálogo de la muestra Horacio Abate dialoga con dibujos de la Colección Villafañe. La misma puede visitarse del 03 al 30/06/22 en el Museo-Casa-Taller Villa Sur Art, ciudad de Aguilares, Provincia de Tucumán.


LOS ARTISTAS Y SUS OBRAS



Horacio Abate (Santiago del Estero)



Marcos Avellaneda (Bs. As.)



Alicia Belo (Córdoba)



Nery Cambronero (Salta)



Froilán Colque (Jujuy)



Alberto Cubría (Córdoba)



Anuncio Iramain (Tucumán)



Leonardo Iramain (Tucumán)



Roberto Koch (Tucumán)



Marcelo Lazarte (Tucumán)



Pedro Molina (La Rioja)



Silvia Porta Villafañe (Tucumán)



Mario Quipildor (Tucumán)



Víctor Quiroga (Tucumán)



Pablo Iván Ríos (Tucumán)

 


Kelly Romero (Tucumán)

 


Mercedes Romero (Tucumán)



Sixto Aurelio Salas (Tucumán)

 


Juan Manuel Sánchez (Bs. As.)




Julio Villafañe (Tucumán)



Carlos Hipólito Zárate (Córdoba)


02 junio 2022

La dimensión trágica de la experiencia analítica

 

“La cuestión ética, por cuanto la posición de Freud nos hace progresar en ello, se articula, por una orientación del hombre en relación con lo real”

Jacques Lacan, Seminario 7, clase del 18/11/59


Consideramos necesarias dos puntuaciones como punto de partida: una en torno al concepto de “extensión”, ya que demarca el área donde se inscribe nuestra temática, y otra alrededor del título propuesto para este escrito, indudable homenaje a la lectura del Seminario 7 de Jacques Lacan sobre la ética. Con respecto a la primera, podemos decir sin temor a equivocarnos que resulta difícil –cuando no imposible- ubicar en los textos freudianos un solo capítulo en el que no haya referencias, diálogos o deudas teóricas con autores de los más diversos campos del saber. Un texto inaugural para la extensión del psicoanálisis data de 1913 y su nombre fue traducido en castellano por Luis López Ballesteros como “Múltiple interés del psicoanálisis”. El genitivo objetivo/subjetivo sobre el que pivotea aquel título, abre ante nosotros una fecunda línea de indagaciones: ¿de quién es el interés? ¿Del psicoanálisis por los saberes conexos, o de estos hacia el psicoanálisis? Suele estar bastante más despejado el camino para responder qué disciplinas le interesan al psicoanálisis. Freud en 1926 promovía entre sus discípulos el estudio de la historia de la cultura, la mitología, la psicología de la religión y la literatura. Por su parte, y en distintas etapas de su transmisión, Lacan incorporará entre otras tantas recomendaciones de lecturas, la lingüística de Saussure y de Jakobson, las enseñanzas de Platón, Aristóteles, Hegel, Marx, Kierkegaard, Heidegger, y muchos más.

Pero si intentamos hablar sobre el interés que puede suscitarle el psicoanálisis a otras disciplinas, el tema se vuelve más espinoso. Hans Sachs, Otto Rank, Ernst Kriss y la propia hija del maestro vienés Anna Freud, fundaron en 1913 la revista “Imago”, un espacio de difusión de estudios de psicoanálisis aplicado a temas religiosos, sociológicos, antropológicos, filosóficos y literarios. Su subtítulo, que puede resultarnos hoy un tanto lejano, era: Revista para la aplicación del psicoanálisis a las ciencias naturales y humanidades. En abierta oposición a este tipo de iniciativas, Lacan sostuvo en su “Proposición del 9 de octubre de 1967” que el  psicoanálisis  tiene  una  sola aplicación en sentido estricto: la que se realiza en la experiencia de un análisis, entre un sujeto que ocupa la posición de analizante y un analista que asume el semblante de un objeto vaciado de sentido, alrededor del cual se van a envolver los tres registros de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Fuera de ese ámbito, al que llamamos la intensión, estaría el de la extensión, la trasmisión y la enseñanza. No esperamos que el analista se convierta en profesor, en un crítico literario, ni en un intérprete de la cultura que busque revelar la verdad universal del malestar en la sociedad.

Entonces, ¿qué orientación admite la extensión del psicoanálisis en una institución de formación psicoanalítica? El documento fundacional de la Sección Extensión de Trieb Institución Psicoanalítica -a cargo de Liliana Fernández y de un entusiasta grupo de miembros- delineó hace unos años un recorrido posible con estas palabras: “Pensar una sección de estas características en nuestra institución psicoanalítica, supone algo novedoso. Se podría decir que se instituye como una posible respuesta a una necesidad de interlocución con el otro, de escuchar y ser escuchados, de relacionarnos con diferentes campos y disciplinas inherentes a la cultura […] Consideramos que esta Sección de Extensión, nos preparará en tanto analistas a los fines de mantenernos abiertos a las interpelaciones que los diferentes lazos con otros nos convoquen. Es que su existencia misma, hecha de lenguaje, no se entiende por fuera del sostén del lazo social, entre analista, con las ciencias y el artes y otros productos de la cultura.




Una vez precisado que no buscamos aplicar conceptos psicoanalíticos a productos culturales como –en este caso- las tragedias griegas, diremos en cambio que estas pueden iluminar de forma insospechada caminos de interés para el psicoanálisis. Es que la relación sujeto/deseo está situada en el corazón de los problemas humanos, y es abordada sin ambición alguna de totalización, por disciplinas conexas como la filosofía. Si para el psicoanálisis la dimensión trágica está presente en el ser humano -y no menos en la experiencia analítica- lo ha sido tomando como referencia principal el mito edípico. Sin embargo, las encrucijadas del sujeto frente a su deseo nos acercan también al campo de la ética tal como fue trabajado por los antiguos griegos. ¿Qué puede enseñarnos una figura como la de Antígona, la trágica heroína que retrata Sófocles evocando el conflicto del sujeto con la ley? Repasemos sucintamente la historia que nos convoca a reflexionar, a la vez que invitamos a nuestros lectores a “visitarla” en persona.

La escena de la acción es la ciudad de Tebas, donde Eteocles y Polinices - dos de los hijos de Edipo- se enfrentan por el trono, pereciendo ambos en cruel disputa. Creonte, hermano de Yocasta y por lo tanto tío de los difuntos, se proclama flamante monarca. Su primera medida consiste en dar entierro con honores a Eteocles, por haber defendido su patria. En cambio Polinices, en calidad de agresor extranjero, debe ser abandonado a la intemperie en el campo de batalla como alimento de las bestias. Antígona, hermana de los rivales, decide enfrentar la Ley humana en nombre de la Ley divina, enterrando al malogrado Polinices en contra de la voluntad del rey. Al ser sorprendida en su tarea por unos soldados, es condenada a muerte. Cuando Hemón (su prometido e hijo de Creonte) se entera de esto, trata de convencer a su padre de cambiar de opinión. Entonces aparece en escena Tiresias, el adivino ciego, quien después de una larga argumentación convence a Creonte de que los dioses también desean ver enterrado al hijo de Edipo. Por supuesto, el cambio de opinión llega demasiado tarde: Antígona se ha ahorcado, Hemón se quita la vida al encontrarla, al igual que Eurídice -su madre y esposa de Creonte- al enterarse del triste desenlace. He ahí nuestra historia. Deseo, acto, goce, muerte... la tragedia griega ilumina, aún hoy, los lazos que anudan la ética, la política y la poética en el campo de la clínica.


Rodrigo Campos Alvo, Jueves 02 de junio de 2022