La imagen arde por la memoria, es decir que no deja de arder, incluso cuando ya no es más que ceniza.
Georges
Didi-Huberman
Azúcar amargo
Las imágenes
arden en llamas y nos consumen, en consonancia con la idea freudiana del malestar en la cultura. Al menos así lo
afirma el filósofo francés de nuestro epígrafe. Esta concepción psicoanalítica aplicada
al arte nos advierte que ni la más alta ilustración resuelve o elimina la parte
oscura del ser humano. Quizás por ello resulta difícil orientarnos entre tantas
imágenes sin quedar agobiado por la tarea, ya que nos echan en cara quiénes
somos y de dónde venimos. Las obras plásticas que presentamos en esta ocasión combinan
un valor estético, con el de documentos históricos y el de objetos de
ensoñación. Es que las pinturas de Julio Villafañe y Rodolfo Soria nos ponen
frente a una encrucijada, un cruce de caminos con múltiples recorridos
posibles. Por ello lo mejor sería no intentar “poseer” ni “explicar” estos
cuadros, sino dejar que nos interpelen. Dejar correr, escapar los sentidos,
abrirse al capricho de interpretaciones con recorridos imprevisibles. Después
de todo, las imágenes expuestas quedarán atrás cuando nos hayamos retirado, y
sin embargo las llevaremos adentro. Como aquellas pequeñas cosas a las que
cantaba un catalán, estarán acechándonos “detrás de la puerta” para regresar a nosotros
renovadas, encendidas. Cual ave Fénix que nos observase desde las cenizas, las
imágenes constituyen una lucha contra el paso del tiempo, una forma de
resistencia frente al olvido. En la dinámica y complejidad de esta propuesta
colectiva no distinguimos un estilo único ni representaciones a las que llamar “de
época”. Por caso, si pusiéramos estas obras visuales a dialogar con las
representaciones del azúcar en la cultura local, encontraríamos de seguro las conexiones
más diversas y sugestivas. Siguiendo esa línea de indagación artística, ¿qué
tiempos y representaciones se encuentran yuxtapuestos en las obras de nuestros plásticos?
Hagamos un poco de historia.
"22 de agosto de 1966" Instalación de Rodolfo E. Soria
(Predio del Ex Ingenio Lastenia, Banda del Rio Salí, 2022)
La experiencia artístico-política
conocida como Tucumán arde (Rosario/Buenos Aires, 1968) fue sincrónica a
su tiempo y anacrónica a la vez, porque ¿cuántos oídos y ojos hubo para esa
disruptiva muestra que dejaba al descubierto aquello que los medios de
comunicación masiva ocultaban? Pero vayamos más lejos aún: los obreros del
surco, las creencias populares, el Tucumán-Azúcar ¿guardan actualidad como
temas de elaboración artística? Para Didi-Huberman, el anacronismo es una
riqueza interior a los objetos mismos, en este caso a las imágenes. Advirtamos antes
que no existe concordancia entre los tiempos
representados, los de la creación de la representación, y los de
la contemplación del público. Por eso decimos que un muro de cincuenta y cuatro años
nos separa cronológicamente… o nos une anacrónicamente, según se mire. Pero no
nos moveríamos demasiado si consideramos solo lo pictórico, soslayando el
espacio donde se desarrolla la muestra: el ex Ingenio Lastenia. Creemos que se
insinúa una mise en abyme en el hecho
de exhibir representaciones visuales de la industria azucarera (y sus
vicisitudes) en un sitio que testimonia “la nostalgia de haber sido y el dolor
de ya no ser”. Ya lo dijimos: la cultura vive en perpetuo malestar, y para hacer
frente a esa realidad el ser humano busca satisfacciones sustitutivas, dentro de
las que ubica en un lugar privilegiado a la creación artística. Por eso, la
presencia de esta muestra en La Ciudad de
las Artes no se trata tan solo de una contingencia, o de un homenaje a ese
pasado (recordado como) glorioso. El montaje mismo constituye un acto simbólico
de resistencia, al recuperar ese espacio físico y sustituir la producción
agroindustrial por la producción artística. Así, el Ingenio que fuera antaño
fuente de trabajo y deviniera luego en triste signo del desamparo, finalmente –en
nuestros tiempos- pudo transformarse en fecundidad cultural.
Lo que vendrá
Una imagen que resiste señala algo con el dedo, nos interpela e invita a desplegar -o intentar explicar- lo que nos muestra: la otra historia, aquella a contrapelo que proponía hace tanto tiempo (pero de forma tan actual) el filósofo alemán Walter Benjamin. ¿Cómo procesar este inmenso y rizomático archivo de imágenes tucumanas que nos obsequian Soria y Villafañe? A través de la imaginación y el montaje. Si Didi-Huberman tiene razón y las imágenes arden, no significa por ello que vayamos a quedar hipnotizados y atraídos morbosamente por dicho resplandor. Las imágenes arden por su urgencia, su insistencia en hacernos saber que somos tanto parte del malestar como de su tramitación. Por eso mismo, no todo está perdido: los hombres sueñan, así como la tierra lo hace a su manera. Y en los sueños que trae la noche cuando la luz y la razón descansan (así lo anunció Goya), hay lugar para el placer, el goce, el encanto, pasiones que desbordan nuestra experiencia cotidiana en blanco y negro.
Tres acrílicos sobre tela de Rodolfo E. Soria (2021)
Las imágenes de estos artistas abren caminos oníricos,
y son pródigas en alegorías y asociaciones devocionales, de referencias
místicas que no pueden revelarse más que en el acto individual de
contemplación. Implicación performativa del espectador, que no podrá verificar
las ideas previas con las que llegó, y por ello se irá probablemente con más
dudas que certezas. La exégesis artística de estas últimas imágenes del
incendio serán producto del encuentro con las diferencias entre lo buscado… y
lo encontrado.
Rodrigo Campos Alvo
San Miguel de Tucumán, 28 de julio de 2022
(*) Texto principal para el catálogo de la
exposición en el Ingenio Ciudad de las Artes, agosto de 2022





Muy bueno Rodrigo el escrito sobre todo desde donde pones los puntos de reflexión, las obras de arte ahí presentadas , el hecho histórico que las acompaña y el lugar el ex Ingenio Lastenia hoy Ciudad de las artes.
ResponderEliminarQue estás obras constituyen una lucha contra el paso del tiempo no cabe duda y me pareció muy acertada la elección de los artistas para inaugurar la muestra en el aniversario del cierre de los ingenios, los dos vienen del Tucumán profundo, del Tucumán zafrero, Rodolfo Soria se hizo entre los surcos de su pueblo en Delfín Gallo vivió y gravó a fuego en su sentir los olores los ruidos del ingenio en tiempos de molienda y cómo no, si ese aire dulzón nos abarcó a todos aún a los lejanos, y es esa la historia que él lleva de un extremo a otro en su obra, revoluciona la atmósfera haciendo volar por el aire todo lo que esté aferrado al calor de la tierra o aquietandola en noches dónde las sombras se vuelven más profundas, construyendo un clima de serenidad y espera... Qué esperan esas casitas y esas almas que la habitan, las obras de Soria llevan la caña como símbolo del hombre, de conducto y de torrente sanguíneo y aquí es donde se une a la obra de Julio en el rostro de un hombre solo que son miles, un perfil, una mirada siempre plantada en la lejanía, en la añoranza, vibrando en la espesura de mil colores, se adivina sutilmente el paisaje y el hombre que lo habita, una obra hasta diría musical, tintinea, no oculta alegría sin embargo conmueven esos iris dónde se adivina la histórica y legendaria molienda.
Somos los que miraron antes de nosotros y lo que alcanzamos a ver ahora, una mirada que no es universal desde éste punto del meridiano, y si lo es en la capacidad de recrear la historia del hombre en su punto crucial , la lucha de ser.
Julio y Rodolfo son creadores incansables
Mucho para decir de las instalaciones de Soria pero resumo en ese altar de azúcar, nunca mejor representada porque el azúcar más que memoria es cuerpo, es sustancia sagrada para nuestra América latina
Silvia Porta
Silvia! Excelentes exposiciones la tuya y la de Rodrigo Campos Alvo. Gran reconocimiento a estos grandes artistas Soria y Villafane.
ResponderEliminarEs difícil expresar con palabras lo que estos creadores de belleza transmiten en sus obras!!! Felicitaciones a los dos!!