Por Rodrigo Campos Alvo (*)
“Siendo el arte un producto social y por lo tanto
nacional, un arte con características nacionales es la única posibilidad de
hacer arte en su más profunda acepción, y no puede nacer, en América Latina,
como un producto burgués, sino a pesar de la burguesía y gestado por las masas
populares, con aquella en franca oposición”
Ricardo Carpani “Arte y revolución en América Latina”, 1961
“El museo es sólo una parte de la infraestructura
del arte que tarde o temprano asumirá el fin del arte, y el arte de después del
fin del arte. El artista, la galería, las prácticas de la historia del arte, y
la estética filosófica en tanto disciplina, deben, en su conjunto, en uno u
otro sentido, ofrecer un camino y ser diferentes, quizá muy diferentes de lo
que han sido desde hace mucho tiempo.”
Arthur Danto “Después del fin del arte”, 1995
Cuando hablamos de “cartografiar” en sentido figurado,
pensamos en la elaboración de un “mapa” mental con el que establecer cierto
orden en un proceso o un fenómeno poco conocido. Ahora bien, todo territorio
tiene un aspecto tangible y otro intangible. Sigamos adelante con la analogía:
al principio solo tenemos frente a nosotros un paisaje -sea este natural o
artificial- con un clima dado, con una serie de objetos que el transeúnte puede
cruzarse a su paso, y -por supuesto- las personas que hace de ese lugar SU
lugar distinguible de cualquier otro, es decir sus habitantes de pleno derecho.
Hasta ahí lo tangible del patrimonio de un territorio dado. Pero ¿acaso solo lo
físico ingresa en la categoría de “patrimonio”? Sabemos que no: incluimos en lo
inmaterial las tradiciones, los usos sociales, los juegos, ciertos rituales, los
conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, las identidades
impuestas históricamente, también aquellas negadas al igual que las ocultadas, y
finalmente las diversas producciones artísticas que nacen en el seno de la
comunidad. Sobre este último punto el notable antropólogo argentino Adolfo
Colombres nos advierte que el arte contemporáneo que -invocando su ruptura con
la tradición- se desterritorializa, destruye la matriz cultural de la que forma
parte y vacía de sentido la función transformadora del arte. En lugar de la
pertenencia a un territorio, de un arraigo, estas expresiones artísticas
divorciadas de su cultura quedan reducidas a lo sumo a objetos ingeniosos o
experiencias lúdicas, pero vacías.
Dialogar sobre arte en el interior del país -Tucumán -
con un artista del interior de esa provincia, nos conduce a repensar la validez
de la tradicional dicotomía centro-periferia. Creemos que el análisis de dichas
categorías carece de sentido si las pensamos solo geográficamente. En cambio, al
hacerlo políticamente y en particular en términos de asimetrías de poder, se
despliega una imagen compleja en su máxima expresión. ¿Por qué culturalmente
alguien se sentiría “periférico” si cada uno hace “centro” en su territorio?
¿No decía el viejo Tolstoi acaso “pinta tu aldea y serás universal”? Algo espinoso
tiene que suceder si el espacio social donde el sujeto se despliega se
encuentra desgarrado, inasible, indiscernible de otros espacios alejados y termina
confundido con ellos. Quizás resulte de provecho incluir en el análisis las
categorías gramscianas de “hegemonía” y “subalternidad”, ya que en su
despliegue y articulación también nos brindan hitos de referencia para
cartografiar el territorio de la cultura. Cuando aparece un fenómeno de dominación
económica, es decir una asimetría entre dos partes, la condición subjetiva de
subordinación da lugar a la experiencia de subalternidad, es decir a la
aceptación acrítica del modelo hegemónico puesto en juego. Esa experiencia de
subalternidad es por definición no violenta y de fácil asimilación. En otras
palabras: nos acomodamos a la nueva situación y seguimos adelante sin pensar
demasiado. Así, y casi sin darnos cuenta, terminamos internalizando valores
funcionales a los que dominan o conducen “moral” e “intelectualmente” ese
proceso histórico. ¿Puede el ser humano rebelarse frente a esta operación de
dominación que manipula y convence sin el uso de la fuerza? Si, quitándose las
telarañas que la hegemonía supo tejer en sus ojos. También reconociendo y
desmantelando los entusiasmos voluntaristas, y en su lugar apelando al impulso
autonómico que caracteriza las respuestas de transformación de la subalternidad
en pos de un nuevo equilibrio y saliendo del juego pasivo-agresivo de la
asimilación. ¿Qué lugar, que tareas hay allí para el arte comprometido? ¿Aún
podemos hablar de “el arte por el arte mismo”?
Las reflexiones que Julio Villafañe ofrece en nuestro
encuentro pueden ramificarse a veces, o incluso polarizarse en torno a
identidades político-partidarias, pero dan cuenta de un profundo interés –y
preocupación- por el estado del arte en el interior de la Provincia de Tucumán.
Este horizonte de investigación no tiene grandes apologistas ni cultores en
nuestro medio, por lo que resulta más valioso aún el testimonio de este artista
y gestor cultural nacido y criado en Aguilares, al calor de las distintas crisis
socio-económicas de los últimos cincuenta años, así como del avasallamiento de
los derechos humanos de estudiantes, trabajadores y artistas populares en oscuras
épocas del país. La condición subalterna en términos políticos y de recursos
económicos que encierran casi todas las ciudades del interior, no debería
hacernos pensar -sin embargo- en una cultura periférica. Al menos eso se
desprende de la vasta experiencia aquilatada por Villafañe y los artistas de su
entorno, como podrá comprobar el lector de estas líneas y del reportaje que
compartimos en esta oportunidad.
Siguiendo los dictados de su curiosidad y de una
riquísima tradición artística local, su taller es cuna de creaciones pero
también es hogar, sala de exposiciones y hasta plaza gastronómica. Inaugurar
una muestra en Villa Sur Art no participa de la lógica adorniana de las industrias
culturales, donde el arte se transforma en objetos introducidos en el mercado
para su consumo hedonista. No. Se parece más a la celebración de un ritual con
un potencial transformador de la conciencia, y hasta generador de una acción
política. Esta dimensión estratégica que tiene la cultura viva del interior de
la provincia no está suficientemente valorada por las autoridades provinciales
del área, según se desprende del análisis de Villafañe. La mercantilización
cultural del capitalismo tardío exige que el arte se amolde a las demandas del
mercado, a las modas, y ya no importa si una obra es una creación cultural genuina
sino que sea consumida, con lo cual su autor ganará un lugar en los circuitos
metropolitanos y será admitido en los “altares” de la crítica. Pero la cultura
profunda – no necesariamente la ancestral, sino incluso aquella más cercana en
el tiempo y el espacio- siempre encuentra un camino para salir adelante en la
tarea incesante e inacabable de producir sentidos. Sentidos no únicos, tampoco
superiores, sino propios. Plurales, disimétricos y hasta periféricos geográficamente,
pero jamás subalternos. La cultura profunda crea significados universales
en la misma medida de su localía, de la aceptación de su ubicación en la
historia, y de su identidad. Solo así dialécticamente podremos asumir que la
periferia…. es nuestro centro.
- ¿Cómo es tu vínculo con Aguilares y con las artes plásticas?
- Bueno yo nací en Aguilares, y ahí mismo se instala en
1982 un anexo de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán
(UNT), curiosamente mientras todavía estaba todavía en el poder el gobierno
militar. El Rector Interventor de la UNT era en ese entonces el Dr. Carlos Landa,
quien autoriza esa experiencia piloto que consistía básicamente en un taller de
artes plásticas dirigido a la comunidad. Yo era jovencito, pero venía de ganar
un concurso de pintura a nivel nacional con un dibujo del ingenio Marapa hecho
en tinta china y lápiz de aceite. La Nación nos pagó a los quince ganadores de distintos
lugares del país un pasaje en avión, y nos obsequió materiales para nuestro trabajo
artístico en calidad de premio. Así que volví a Aguilares con esa distinción bajo
el brazo junto con Véliz, un muchacho de Simoca, que luego no continuó
dedicándose al arte o al menos yo no tengo registro de eso. En ese momento el
intendente de la ciudad era el Teniente López Mujica, un delegado de la Junta
Militar, y me convoca para que me presente como candidato para cursar el taller
de la UNT. Para ingresar había rendir un examen muy exigente de dibujo en vivo
con carbonilla. El hecho es que paso esa prueba y me aceptan en el curso
piloto. Ahí daba clases Nilo González, un artista de Concepción -ya fallecido- que
pintaba cuadros retratando los ingenios de la zona a través de dos elementos centrales:
las vigas y los ladrillos formando una estructura. Es una obra muy linda pero
poco difundida por aquí. Al año siguiente abre el Departamento de Artes
Plásticas de Aguilares, y ponen en la dirección a la Prof. Lucrecia Rosenberg,
y en el plantel docente a Pedro Molina, Carlos Zárate y al propio Nilo González
entre otros, a quienes reconozco como mis maestros. Así empezó mi vínculo con
las artes plásticas: asistiendo con trece años como oyente a la Facultad de
Artes. Durante la secundaria, alternaba el estudio con la asistencia a los
talleres de Artes, y a los diecisiete ya estaba pintando al óleo y hacía
muestras. Eso hizo que cuando me tocó cursar la universidad para mi hacer Taller
era lo más natural del mundo. Después en 1991 el diario La Gaceta me invita a
exponer como artista joven destacado en la ciudad de San Miguel de Tucumán, junto
con Roberto Koch, Eduardo Joaquín, Enrique Salvatierra, Daniel Duchen, Aníbal
Fernández, Marcos Figueroa y Ricardo Abella. Pero eso ya marca el inicio de
otra etapa.
-¿Quiénes fueron tus referentes estéticos, artísticos?
- Cuando daba mis primeros pasos en Aguilares, yo hacía un
tipo de arte que no se acostumbraba a ver en la capital. Aquí se seguía mucho a
Linares, a Aurelio Salas, a Gerardo Gucemas, es decir que la producción en
general estaba dentro de los movimientos figurativos y neofigurativos. En
cambio allá en el interior yo venía trabajando con la abstracción, una dirección
totalmente distinta. Mis primeros referentes fueron Piet Mondrian y Mark
Rothko, y dentro de esa línea otros pintores que como casi todos los de la
escuela abstracta son geométricos, duros y metódicos. Ese camino en la Argentina
tuvo a Xul Solar como un exponente que me gusta mucho también. Hice una serie
de obras con una conexión muy fuerte con él. Otro referente importante para mí
es el uruguayo Torres García porque vincula la abstracción con la propuesta de
producir un arte americano, pero no desde el localismo sino desde un lenguaje
simbólico universal. Eso me llevó después a producir series de obras con
simbología y contenidos oníricos, y pinturas llenas de referencias al zodíaco y
lo astral. Como puede verse, nunca quise atarme a nada específico. Una vez
después de una muestra que hice en el Club Social de Aguilares con pinturas
abstractas al pastel, un amigo llevó unos ejemplares a España y ahí se
vendieron muy bien. Es muy fuerte decirlo, pero parte de esa colección la adquirió
la Fundación Rothko. Cuando llego a Tucumán por primera vez yo traigo óleos con
representaciones de pizarrones, en sus usos más populares: publicidad de carnicerías
o despensas, con sus manchas, borrones, y capas superpuestas de contenidos. Los
pizarrones acá fueron toda una novedad, y llamaron la atención de Marcos
Figueroa quien me invita a exponer en el salón El taller, que quedaba entonces por
calle Corrientes. El otro espacio interesado en la serie de los pizarrones fue la
Sala Austral, una galería gestionada por la empresa aérea que en aquel entonces
estaba en calle 24 de Septiembre. Aunque después mi obra fue mutando -como la
de cualquier artista- en ese primer momento hacía mucha abstracción, después pasé
a los pizarrones, finalmente incursioné en la figuración, y ya de vuelta de
todo decidí alternar entre estilos para no perderme ninguna de sus
potencialidades. Lo cierto es que nunca me he quedado enganchado en una sola
cosa, por eso además de crear me gusta la gestión cultural: desde 1997 dirijo
Sur Art.
Serie pizarrones - S/T
Técnica mixta sobre lienzo (1991)
150 x 150 cm.
- ¿Qué es Sur Art y en qué consistió esa experiencia?
- Ese espacio fue creado cuando residía en la ciudad de
Concepción. Ahí se organizaron varias exposiciones colectivas e individuales, pero
una de las más importantes fue la que se hizo para la inauguración, que resulta
ser la primera muestra de arte digital en Tucumán. Los artistas invitados
fueron Pablo Ríos y Alejandro Gómez Tolosa. Las actividades de Sur Art no
terminaban en exposiciones de plástica, sino que también se hacían espectáculos
teatrales y musicales. Lo que me motivó a iniciar Sur Art fue la constatación
de que había una gran necesidad de todo tipo de manifestaciones culturales y
artísticas al interior de la provincia, y que un nuevo espacio cultural era una
manera de democratizar el arte fomentado la circulación de distintas disciplinas
artísticas. Cuando me trasladé de nuevo a Aguilares la experiencia de Sur Art
continuó pero con otra tónica, y comenzó a funcionar en un espacio cedido por
un amigo en la Galería Las Vignolias. Para la apertura estuvo invitado el artista
riojano Pedro Molina, que como mencioné antes fue mi maestro y también uno de
los míticos docentes de la Facultad de artes. Era conocido como el “Macho”
Molina, y fue un artista importante no solo para Tucumán sino en todo el NOA. Falleció
hace muy poco, en 2015. Es importante decir que en Sur Art no solo estaban presentes
los consagrados: también realizamos muestras de artistas emergentes, actividades
de presentación de libros, lectura de poesías, música y teatro. Mientras tanto yo
seguía produciendo mi obra; ya me había recibido de Licenciado en Artes
Plásticas, y me dediqué a pintar y exponer. Finalmente el proyecto desembocó en
lo que llamé Villa Sur-Art, que es una casa-museo-taller ubicada en el corazón
del barrio Jorge Newbery de la ciudad de Aguilares. Es casa porque vivo ahí,
taller porque es donde trabajo, y museo porque durante toda la vida he ido
adquiriendo obras, sea por intercambio con artistas, o por adquisición
personal, y tengo un patrimonio de más de cien ejemplares entre pinturas,
dibujos, grabados y esculturas. El catálogo tiene nombres de muchos maestros, algunos
de los cuales ya mencioné como es el caso del “Macho” Molina y de Carlos Zárate
de La Rioja. De aquí de Tucumán puedo nombrar al maestro Ezequiel Linares,
Aurelio Salas y Ernesto Dumit, a Froilán Colque y Víctor Montoya de Jujuy, a Rodolfo
Soria de Santiago del Estero, a Neri Cambronero de Salta, y artistas de Buenos
Aires como Juan Manuel Sánchez que fue uno de los integrantes del grupo
Espartaco llamado así en homenaje a las rebeliones obreras de todas las épocas.
Así fue como se formó la colección Villafañe que puede visitarse en Villa Sur
Art.
- ¿Qué te llevó a pasar de la creación artística a la gestión
cultural?
- Las necesidades del interior de la provincia son siempre
grandes y los circuitos de exposición artística no son la excepción. Hay todo
un recorrido desde las primeras exposiciones en confiterías, hasta llegar a
exponer en un museo, o tener la posibilidad de participar en una muestra
internacional. Cuando era estudiante, por ejemplo, para exponer prefería la
informalidad de un bar a la formalidad de una institución oficial. Pero entonces
tenía que gestionar en cual bar me iban a dejar exponer, ese día ponerme a
organizar la recepción, la inauguración, redactar e imprimir un catálogo aunque
sea mínimo… Dicho sea de paso, a fines de los ochenta los catálogos no eran lo
que hoy son, eran objetos más simples, a veces una fotocopia en blanco y negro,
no estaban disponibles tecnologías de impresión como ahora son el offset o el
full color. En aquel entonces el artista tenía no solo que pintar, hacer
el bastidor, barnizarlo, colgar la muestra, armar el catálogo, buscar los
auspiciantes... Uno tenía que estar en todo, en cambio ahora eso se ha descentralizado
y ya hay un montajista, un curador, un relacionista público, donde cada tiene su
especificidad dentro del campo del arte. Sin embargo, en el interior todavía
hay artistas que trabajan a la antigua o sea dentro de esa línea autogestiva, artistas
que han hecho todo eso para llegar adonde están. Volviendo a la pregunta, gestionar
eso llevaba tiempo, mucho, y al final del día siempre terminaba aprendiendo
algo más en torno a las múltiples tareas de un artista, experiencia que fui
atesorando y me sirvió a la hora de pensar y crear Sur Art.
Serie política - S/T
Acrílico y collage sobre tela (2019)
30 x 30 cm.
- Tu obra reciente tiene un contenido político, a veces desde la
iconografía, a veces desde el tema, a veces desde el mensaje. ¿Cómo aparece
este ciclo creativo dentro de tu trayectoria?
- La etapa política de mi obra surge como un homenaje a
los ideales de mi abuelo Jesús Modesto Ruiz, específicamente a su filiación
justicialista. Es cierto que siempre me cautivó la resistencia en la memoria
popular de las imágenes de Perón y de Evita, que por supuesto en mi vida -como
en la de muchos- siempre han estado presentes. Recuerdo en casa de mi abuelo un
cuadro de Perón subido en un caballo con manchas negras. Aunque ese cuadro se
perdió en el tiempo, veo la foto dentro mío como si fuera ayer. Además mi
abuela Dominga, es decir la esposa de mi abuelo, era integrante de la comisión local
de la Fundación Eva Perón. Ella colaboraba con la entrega de regalos infantiles
para las fiestas de Navidad y de Reyes, bajo la consigna de que los niños
tenían derecho a jugar. Ahí se ve cómo he estado muy marcado por la transmisión
familiar de lo que fue el primer peronismo. Con el tiempo fui armando una
colección de objetos peronistas originales, con los que en septiembre de 2018 organicé
una muestra en Villa Sur Art.
- ¿En qué
consistió esa muestra y qué repercusiones tuvo?
- La muestra se inauguró en Aguilares para la época en que
Mauricio Macri avanzaba con su proyecto de reelección. Anteriormente solo había
hecho una que otra referencia a la política, muy pocas a decir verdad porque yo
estaba en la línea de la abstracción como comenté al principio. Pero para esas
elecciones me sentí llamado a tomar una posición bien definida desde mi obra y poner
a jugar lo ideológico para llegar a la gente y producir una mirada crítica, una
lectura de la crisis que estaba viviendo la Argentina de cara a las elecciones
presidenciales. La muestra se llamaba “Mitin”, y la armé con la intención de
sensibilizar al electorado. Quería que mi obra fuera un instrumento para convencer
a la gente de votar a los espacios políticos anti-neoliberales. La
exposición contaba con una serie de pinturas que reflejaban distintas facetas
del primer peronismo y de la etapa de Cristina y Néstor Kirchner. A esa muestra
le sigue al año siguiente “Pasión peronista”, donde yo selecciono y exhibo objetos
personales vinculados en algún aspecto al peronismo. Ninguno fue intervenido
artísticamente, lo hice respetando los objetos originales: había fotos de
época, medallas de los juegos Evita, afiches, pasacalles y diferentes objetos que
fui juntando con el tiempo, a los que se sumaron otros que fueron cedidos en
préstamo para la exposición. Esa fue una muestra interesante, y la idea desde
el comienzo fue hacerla itinerante. Por eso estuvo primero en Aguilares, en Villa
Sur Art, después pasó a una parrillada de un compañero de militancia, y
finalmente se presentó en la ciudad de Tucumán en la Casa/Estudio 22 que dirige
Silvia Porta. Ahí había entre otros objetos importantes una carta y un busto de
Evita en bronce que había sido destruido en la década del 50 en Concepción y
fue recuperado por un militante que la cedió en préstamo para la muestra. De
hecho, esa obra era el centro mismo de la muestra, porque representaba en su tragedia
el auge y caída del primer peronismo, pero sobre todo describía sin necesidad
de palabras la saña de los militares y de la oligarquía de las provincias contra
el peronismo en sí, que al final vuelve a surgir siempre de sus cenizas cada
vez que algún poderoso lo quiere hacer desaparecer.
Serie política - "Si no hay pan para el pobre..."
Acrílico y collage sobre cartón (2019)
70 x 45 cm.
- Tus obras recientes están trabajadas con técnicas mixtas, sobre todo collage y aerosol, a diferencia de anteriores que son de factura más clásica: tinta, lápiz o acrílico. ¿Hubo una evolución en la técnica? Por otra parte, ese mestizaje que pones en juego desde el campo de lo político ¿no está representado también en ese cambio de medios expresivos?
- A veces me preguntan si hay evolución en el arte o en
todo caso hay cambios sin que signifique que sea mejor lo actual que lo anterior.
Yo creo que sí hay evolución, hay evolución en lo personal y también en el arte
en general. Uno no puede dejar de lado los adelantos científicos que han modificado
las técnicas que el artista dispone: pigmentos, soportes materiales, y
últimamente el arte digital... Entonces sí veo una evolución en cuanto a eso. Pero
desde lo personal también es cierto que uno crece y cambia. Hay una evolución natural
también en el artista, sea en la factura pictórica, sea en la temática con la
que trabaja a diario, sea en la formación intelectual. Es así: uno va
creciendo, cambiando, evolucionando. Yendo a tu observación, es muy buena porque
a la política no la pienso como una actividad de escritorio, sino como una
acción muy de la calle donde se cruzan y mezclan todo tipo de actividades,
oficios y clases sociales. Y yo apunto a representar y valorar esas acciones políticas
callejeras como el afiche pegado, el voto entregado en mano, los grafitis… en
mi obra está la impronta de esa forma de hacer política. Tengo un bagaje de
experiencias personales por andar metido desde siempre en la política, y esas
vivencias son las que afloraron en algunas de mis producciones más recientes. Como
he trabajado en comités políticos, sé lo que es salir a pegar afiches, a poner
pasacalles, y es ese mundo el que quedó dentro mío y que pretendo reflejar.
Incluso tengo obras que están hechas propiamente sobre pasacalles descartados.
No necesariamente tienen que reflejar una imagen política pero sí busco
reciclar viejos pasacalles que fueron usados en alguna campaña, recuperarlos y sobre
eso pintar algo nuevo. En cierta forma es un retorno del palimpsesto, también…
- Borges, que renegaba del peronismo, decía que las preferencias
políticas de un artista no eran trascendentes respecto de su obra. Parece que
al menos en tu caso esta afirmación no aplicaría, porque las opiniones
políticas son precisamente parte de tus creaciones. Más allá del artista
militante, ¿el arte puede también ser crítico con la política? He visto algunas
lecturas en tus obras que no son necesariamente celebratorias del peronismo.
- Sí, creo que siempre en la obra juega esa tensión
entre lo que a uno le gusta y lo que a uno no le gusta de la política y los
políticos. Por un lado, está lo propagandístico que implica hacerse cargo de
que uno tiene posiciones sentadas, y desde ahí yo expreso mi simpatía con el
primer peronismo y con el ciclo kirchnerista como ya dije antes. Con eso no levanto
solo las banderas familiares sino las de mucha gente del interior de la
provincia: soy peronista por parte de padre y madre, pero además cientos de familias
también lo son. Hay un dicho popular que se escucha en las plazas: “las grandes
alegrías nos las dio el peronismo” ¿no? No he reservado críticas tampoco al
macrismo, aunque es algo muy puntual en alguna obra de 2019 que representa un
grafiti callejero con la leyenda: “Macri gato”. Detrás de esa obra no hay una
visión partidaria, sino que busca representar el sentir, la reacción de un
pueblo sin distinción de banderas, que ve que unos ladrones lo están gobernando
y causando daños en el tejido social, cultural y económico. Por lo menos es mi
manera de ver. Entonces ahí también hay una visión crítica de lo actual. Después
está el asunto desde donde se lee la obra, ya que puede ser que el que la ve se
posicione desde la izquierda o desde el socialismo, y no necesariamente desde
el peronismo, y ahí ya entra a jugar otra cuestión que es la ideología del
espectador. Porque además de la expresión lógica del artista, está ese momento
donde el espectador está frente a la obra, y hace su propia lectura. Yendo un
poco a la historia, la idea del artista militante yo la rescato del colectivo
de los Artistas del pueblo, ligados al pensamiento de izquierda y al anarquismo
como Abraham Vigo y otros tantos. Ellos eran verdaderos pintores militantes,
que dieron forma a la crítica social durante la década infame. Ellos se hacen
cargo de mostrar esa realidad que estaba viviendo el pueblo, con gente expulsada
de las ciudades que caen en los ranchos, en los arrabales, y al mostrar esa
realidad toman partido por los desposeídos, los desamparados. Desde esa visión no
solo producen su obra, sino que también militan editando revistas, escribiendo manifiestos
y asumiendo una posición ideológica. Y yo estoy de acuerdo con esa posición,
porque valerse del arte para cambiar la realidad es una idea que tiene vigencia
aún, y eso que desde entonces pasaron casi cien años. Cuando un artista asume una
posición política es porque quiere cambiar su realidad, porque ve que algo no
está bien alrededor y quiere hacer su aporte para ese cambio.
Serie máscaras - S/T
Grafito y collage sobre tela (2019)
120 x 120 cm.
- En los años setenta, en el campo de la comunicación popular hubo
muchas experiencias -pienso en Pino Solanas, en Octavio Getino- donde a los
cineastas no les interesaba reproducir su documental o su ficción en una sala
comercial. No solo por esquivar la lógica comercial del circuito de consumo,
sino por la posibilidad de poner a debatir y a circular ciertos sentidos de la
película en ese momento, en un público relativamente reducido, y así poder
conversarlo, poder discutirlo. Por eso elegían clubes de barrio, sociedades de
fomento, unidades básicas… Cuando exhibes tu obra, ¿qué respuesta retorna desde
el espectador?
- Cuando alguien va a ver una muestra mía, ya con el
título saben qué se van a encontrar. Es como un filtro, no creo que vaya
cualquiera. Por supuesto, la mayoría de los que van son lo que llamamos “gente
del palo” o sea personas con el mismo pensamiento que uno o parecido. Y de esos
encuentros salen muchos recuerdos en común, incluso aunque uno no se conozca
personalmente. Fíjate que hasta los que nacieron después de la muerte de Perón,
tienen recuerdos familiares de lo que el justicialismo hizo por los pobres, los
marginados, los descamisados como decía Eva. Sea a través de los padres o de
los abuelos, la gente tiene una reminiscencia de ese tiempo como una época feliz.
Y lo que hago en mi obra es ahondar en esas reminiscencias del imaginario
social. La plástica abre el juego de mostrar una realidad que puede estar ocurriendo
en estos momentos o puede mostrar una realidad que ya pasó. Un caso interesante
es la experiencia de “Tucumán Arde”, cuando en 1968 unos artistas rosarinos y
porteños se plantearon mostrar la realidad que había en Tucumán y que era
silenciada por los grandes medios y los poderosos de siempre. Ellos veían que la
realidad estaba ocultada por el gobierno de facto, y se proponen hacer a través
de su arte una acción de contrainformación, de comunicación popular pero desde
un costado conceptual. Y desde ese lado conceptual plantean la lucha, desde su
producción artística logran reflejar la realidad de lo que pasaba en Tucumán y
que no circulaba libremente. La enseñanza que ese proyecto nos deja es muy
importante: demostraron que es legítimo que los artistas tomen una posición
política contra un gobierno que está oprimiendo al pueblo, que miente y está
causando daño al país y sobre todo a la gente del interior. Además de los
Artistas del pueblo, de ahí también tomo yo el ejemplo de asumir una posición
política, incluso diría hasta partidaria, así como la tarea de retratar la
realidad a través de mi obra.
- En cierta forma hemos estado hablando de la política retratada por
el arte. Ahora bien, ¿cuál es la incidencia de la política en este sector,
sobre todo en el arte del interior de la provincia? ¿Hay programas que fomenten
las artes visuales, la producción y circulación de obras?
- No veo políticas claras desde el Estado, sobre todo
hacia el interior de la provincia donde directamente hay una gran carencia en
lo que respecta a la cultura. Puedo hacer público este planteo porque antes lo
hice en forma personal en el Ente Cultural de Tucumán, desde donde se sigue
manteniendo la dicotomía entre centro y periferia en torno al financiamiento. Precisamente
Villa Sur Art nace para acercar el arte a las ciudades del interior, partiendo
de Aguilares con una política de expansión y acercamiento del arte a la
comunidad, ya que veía que las instituciones oficiales no realizaban este tipo
de actividades. Si no tomamos la iniciativa en forma urgente, todo el arte va a
terminar girando alrededor de la capital provincial. Necesitamos lineamientos claros
encaminados a una cultura verdaderamente inclusiva. Mientras no se
descentralice la cultura, el panorama no va a cambiar. Yo sé que este tópico da
para el debate, y que seguro molestará a más de uno. Pero si no se “mueve el
avispero”, ¿para qué serviría debatir algo? Al final San Miguel resulta al
interior de la provincia, lo que Tucumán es respecto de Buenos Aires. Pienso
que no hay que esperar respuestas oficiales, y que las cuestiones culturales tienen
que activarse desde el sector independiente. Esto en principio no tiene nada de
malo, al contrario, pero vemos que bajo ese rótulo de “independencia” se oculta
que el artista tiene que ser a la vez pintor, promotor cultural, curador,
montajista y hasta vendedor de pauta publicitaria. Entonces yo ahí cuestiono que
el artista haga su producción y juegue en forma individual, sino que hay que comenzar
a pensar “en equipo”. El artista tiene que poder activar otras respuestas que
vayan más allá de lo meramente plástico y formal. ¿Cómo salimos adelante en el
interior sin la ayuda del Estado? Lo que vemos que sirve es conseguir buenos compañeros
de ruta que coincidan en los pensamientos, porque “cortándose solo” al artista
del interior todas esas cosas le van a terminar jugando en contra. En cambio trabajando
en conjunto todo eso se convierte en una experiencia diferente.
Serie objetos - "El pescador"
Madera, cerámica y clavos montados en madera (2019)
50 x 30 cm.
- Explorando tu faceta docente, ¿cómo ves a las nuevas generaciones? ¿De dónde vienen y hacia dónde van los jóvenes artistas?
- Yo empecé a enseñar en el Departamento de Artes de
Aguilares en el año 2011, en una asignatura que se llama “Composición”, que es
la materia final con la que se reciben los alumnos. La consigna es planificar la
obra, describirla y justificar por qué eligieron pintar eso. Luego se presenta
en la defensa la obra como una construcción integral. Dejé un tiempo la
enseñanza para hacerme cargo de la coordinación académica la institución, y una
vez finalizada la gestión volví a enseñar la materia. Sin embargo, la currícula
de la carrera se ha actualizado y el título pasó de “Artes Plásticas” a “Artes
Visuales”. Es lógico entonces que la asignatura se reformule, y desde 2021 pasó
a llamarse “Investigación”. Ahora enseño a los alumnos y alumnas cómo hacer una
investigación sobre lo que quieren desarrollar, y las distintas formas de llegar
a ese resultado. Respecto de cómo veo a los jóvenes artistas, los veo muy enamorados
de lo que llaman “arte contemporáneo” que muchas veces es superficial y
efímero, aclarando que a mí también me encanta y disfruto mucho de algunas
obras de arte contemporáneo, además de considerarme a mí mismo un artista “contemporáneo”.
Pero lo preocupante es que muchos jóvenes en nombre de lo espontáneo dejan de comprometerse
con el trabajo a largo plazo que demanda el arte. Si bien no quiero poner a
todos en la misma bolsa, en general los jóvenes descuidan su formación técnica y
con eso se pierden lo más lindo de ser estudiante que es la posibilidad de hacer
prácticas de taller. Ahí uno juega a ser artista, juega a sentirse libre
creando y probando distintas técnicas, y comienza a desplegar esa pasión que el
que pinta sabe que lleva adentro. Ahora a los chicos no les interesa dedicar
horas a la práctica, sino que van y directamente hacen lo que les parece que es
su obra. Por darte un ejemplo va un alumno y toma una foto sin pensarlo mucho y
a los diez minutos ya la está presentando en un salón como si automáticamente eso
la convirtiera en una obra de arte. Por supuesto que puede estar bien o mal hecha,
pero así están pasando por alto el planeamiento que toda obra requiere, desmereciendo
la importancia de la formación técnica y de la práctica. Quizás por eso muchos
jóvenes duran un año en el ambiente y luego desaparecen del mundo del arte. En
cambio, los que tienen alma de artista siguen manteniendo su curiosidad y sus
ganas de aprender aunque pasen los años. Ahí está el asunto.
- Recuerdo que Tolstoi, el escritor ruso, polemizaba a fines del
Siglo XIX con sus pares diciendo que el arte no se enseña en las academias, y
que en todo caso se pueden transmitir técnicas pero que eso no convierte a
alguien en un artista. Y así como hay pintores autodidactas, se puede pasar por
la universidad y obtener un título, sin llegar nunca a ser un creador.
- Sí, totalmente. Uno puede cursar toda la oferta
académica disponible y no ser un creador, es así. Pero otra parte, hay una
diferencia entre ser docente en artes y ser artista, y no está mal el camino
que cada uno elija. Hay mucha gente que se recibe y que luego decide dedicarse
a la docencia en escuelas públicas o en forma particular, y para eso también tienen
que haber aprendido mucha técnica, así como estética y teoría de la plástica. En
cambio el creador muchas veces necesita olvidar lo aprendido para llegar a encontrar
su propio estilo, su forma de ser. Por eso el artista tiene que saber su oficio
en forma correcta, saber los pasos que hay que seguir para hacer un retrato al
óleo, aunque después no use la técnica o la aplique de una manera personal. Quizás
a otro artista le interesa el dibujo, y bueno, aprende a dibujar de varias
formas hasta que encuentra su propio estilo, porque ya sabemos que a una obra se
pueden arribar desde distintas técnicas. Esa es la esencia y a la vez la magia
del arte: la multiplicidad de caminos.
Serie abstracta - "Si no hay pan para el pobre..."
Acrílico y collage con periódicos de París sobre cartón (2015)
70 x 45 cm.
- Volviendo a tu producción más reciente ¿qué experiencia te dejó la muestra en Casa/Estudio 22 en el mes de diciembre?
- Fíjate que muchas de esas obras ya estuvieron
expuestas en otros lados, pero colgadas en ese espacio tuvieron una lectura
diferente, distinta. Por ahí se trata de los espectadores que frecuentan cada circuito
de exposición, porque cuando traje la muestra de objetos representativos del
peronismo que mencioné antes, aquí generaban asociaciones diferentes en el
público. En el interior, por ejemplo, los asistentes rescataban en sus
conversaciones historias orales familiares sobre las épocas de gloria y decadencia
de los ingenios. Eso no es un tema de conversación que surja espontáneamente en
San Miguel de Tucumán. Yo lo que escucho cuando voy al Estudio 22 son lecturas
quizás más ligadas a espacios intelectuales y universitarios, y el público hace
asociaciones con otras obras o muestras de otras provincias, exposiciones en
Buenos Aires... Más allá de las diferencias que marco, lo que digo siempre es
que lo importante es que la exposición abra el debate, para que los visitantes
puedan confrontar distintos puntos de vista, sea que terminen en encuentros o
desencuentros, nunca se sabe. Dicho sea de paso, me gustó la reseña que hiciste
de la muestra Villafañe/Soria, y sobre todo coincido con la mirada del “anti-ritual”
que ocurre en Estudio/22. Creo que es un espacio que desacraliza el arte, y
donde el público se involucra y participa desde otro lugar. Entonces la obra se
completa en ese juego de interpretaciones y reinterpretaciones, y opera como
disparadora de preguntas hacia sí misma, pero desde la mirada del espectador.
Lo curioso es que siento que en ningún momento la obra pierde por esto su aura,
en el sentido que le daba Walter Benjamin. Me parece que en espacios como el Estudio
22 el arte puede ser visto y abordado desde otros puntos de vista, desde una
mirada descontaminada de lo hegemónico, lo central, y haciendo eje en cambio en
lo periférico.
- Ya que lo mencionas, el concepto de periferia quizás tenga una
connotación negativa un poco injusta. Estar en la periferia también da al
artista un mayor rango de acción para muchas cosas, ¿no? Trabajar en los
márgenes es trabajar “fuera del radar” y sin presiones en muchos aspectos.
También sin recursos, reconozcámoslo, pero ¿no hay acaso un costado
rescatable de lo periférico?
- Es interesante mirar lo periférico desde ese lado que
estás planteando, porque de pronto el artista que está en el centro de la
escena termina –quiéralo o no- respondiendo a intereses ajenos a la creación, en
una de esas porque le transmiten qué es lo que demanda el mercado del arte y él
va y hace eso sin que sea algo que represente su visión interior. En cambio, el
artista periférico tiene otra libertad: la de poder hacer su obra sin estar
dependiendo de nadie ni de nada. Eso es lo que se desprende de una experiencia
en particular del arte soviético, que es la abstracción geométrica. Esos
artistas no se encolumnaron en el realismo socialista, el programa artístico
oficial del gobierno de Stalin, sino que decidieron trabajar desde la periferia,
forjando una cultura paralela. Rescato en especial a Kazimir Malévich, pintor
abstracto y fundador del suprematismo ruso. El grupo que nuclea este pintor no
quería entrar a competirle al realismo soviético porque veían que había que
cambiar la realidad de otra manera, no intentando reproducirla con mayor o
menor fidelidad. Entonces desde la periferia, o desde los márgenes, actuaron creando
una nueva cultura para un nuevo público, ya que se necesitaban otros ojos, una
mirada más fresca para ver todo lo que sucedía ahí. Así este grupo de artistas
terminó creando una cultura no oficial que va a impactar luego en el arte
contemporáneo, como en el neoplasticismo y el constructivismo. Claramente ahí
la periferia tiene otro valor. Volviendo a nuestra tierra, a partir de mi
experiencia en Villa Sur Art considero que la periferia puede volverse centro y
hasta desplazarlo, ¿no? Siempre y cuando uno se reconozca y se haga cargo de su
ubicación periférica, sin querer verse reflejado en otros espejos.
"Portal de los amores perdidos"
Acrílico sobre tela (2017)
150 x 150 cm.
- ¿Coexisten
distintas visiones sobre el arte en nuestra provincia? ¿Cuáles serían?
- En Tucumán ya hay referentes que abordan técnica y
teóricamente el arte contemporáneo, como Marcos Figueroa por ejemplo que tiene
otra visión que no es la nuestra. Ellos ven el arte desde su punto de vista, atravesado
sobre todo por la cuestión del mercado y el significado de las obras. Funcionan
de una manera totalmente diferente, pero que es totalmente válida y
enriquecedora también. Pero hay que remarcar que, aunque hay muchos movimientos
artísticos en la provincia, cuesta mucho hacer actividades en forma conjunta.
Será por ahí que somos muy individuales, y es en ese punto donde hay que trabajar
duro e incorporar los aportes también otras disciplinas. Con muchos colegas y
amigos estamos construyendo desde nuestra línea de pensamiento ideológico y
plástico, caminos alternativos a lo que está sucediendo en Tucumán y en el
país. Queremos también tener nuestro pensamiento desde el interior para el
interior. Entendemos el arte como necesario para una transformación y creo que
en eso hay una coincidencia entre muchos artistas, aunque no terminamos de
encontrarnos. De hecho, no importa si uno se denomina “grupo” o no. Las
coincidencias son lo que generan un sentido de comunidad y no al revés. No es
por ser una comunidad o un grupo que vas a pensar igual, es lo contrario.
Entonces, si somos muchos o pocos no tiene importancia, pero sí interesa que
nos reconozcamos en esas diferencias y esas coincidencias.
- ¿Tucumán se
debe un debate sobre lo central y lo periférico en el arte?
- Desde Villa Sur Art yo vengo haciendo de alguna manera
arte independiente, pero eso no significa en soledad. Por eso es importante
contar con buenos interlocutores, sobre todo si cada uno tiene un enfoque
diferente sobre qué es lo periférico, así se pueden sumar puntos de vista.
También nos interesa sumar aportes desde otras disciplinas, porque claramente
eso nos enriquece y también beneficia al arte en sí. Creo que el concepto de
periferia es el paraguas que nos hace un colectivo, que aunque sea heterogéneo
no deja de ser un espacio de creación desde el consenso y el disenso. Esa es la
apuesta. Es muy bueno abrir un debate para que uno se repregunte y se cuestione
este tema que venimos trabajando desde hace un tiempo en un espacio transversal
con artistas de la región, pero que no está cerrado ni lo estará. Dos
interlocutores de mucho valor en este tema son Luis Vivas y Silvia Porta, que
integran el Proyecto Periferia y que tiene muchas coincidencias con Sur Art. Respecto
de la descentralización del circuito de exposición hay que mencionar además de
Casa/Estudio 22 que gestiona Silvia Porta, a la Galería Runakay de Villa
Batiruana en el Departamento de La cocha que es una iniciativa de la Dra. Rosa
Villafañe, y “Fusión arte y gastronomía” un espacio nuevo en la Ciudad de
Santiago del Estero que está a cargo de Rodolfo Soria, artista y amigo conocido
popularmente como “El gaucho”. Cada vez somos más los artistas que elegimos no
seguir renegando y no nos presentamos en salones oficiales, sino que circulamos
por esos espacios alternativos, llevando nuestra obra a lugares y personas que
no tendrían otra forma de acceder a estas manifestaciones culturales, y que
nunca se limitan a la pintura: combinan música, buena comida y buenas
compañías. Así, quien no va a disfrutar de la periferia, ¿no? -
En Plaza San Martín, San Miguel de Tucumán
21 de enero de 2022
(*) Psicoanalista, comunicador, docente universitario
Excelente, me parece fructífero que se conozcan por este medio, a los grandes artistas tucumanos cómo lo es Julito Villafañe.
ResponderEliminarExcemente reportaje!!! No es paea menos tratandose de un artista de la talla de JULIO VILLAFAÑE!!! Felicitaciones!!!
ResponderEliminarQuiero decir No es para menos!!
ResponderEliminarMuy buen reportaje a nuestro Artista Plástico, excelente toda su obra la cual conozco desde que empezó, cuando era un niño...
ResponderEliminarPatricia Arias: Me encanto el reportaje que hicieron a nuestro Artista Plástico de la ciudad de Aguilares el Lic. Julio Villafañe, al cual quiero y admiro mucho, conozco toda su excelente obra, ya que lo vi crecer, formarse y convertirse en lo que hoy es, un ARTISTA PLÁSTICO de primera línea un orgullo para nosotros los aguilarenses.
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