29 enero 2022

Reportaje a Julio Villafañe: "Geografías tucumanas: la periferia como centro"

 Por Rodrigo Campos Alvo (*)


Julio Enrique Villafañe (Aguilares, Tucumán, 1970)
es artista plástico y gestor cultural. Licenciado en Artes Plásticas (orientación pintura) por la Universidad Nacional de Tucumán. Desde 1997 dirige el espacio artístico Sur Art en su ciudad natal, donde también es docente universitario en su área de especialidad.


Siendo el arte un producto social y por lo tanto nacional, un arte con características nacionales es la única posibilidad de hacer arte en su más profunda acepción, y no puede nacer, en América Latina, como un producto burgués, sino a pesar de la burguesía y gestado por las masas populares, con aquella en franca oposición

Ricardo Carpani “Arte y revolución en América Latina”, 1961

 

El museo es sólo una parte de la infraestructura del arte que tarde o temprano asumirá el fin del arte, y el arte de después del fin del arte. El artista, la galería, las prácticas de la historia del arte, y la estética filosófica en tanto disciplina, deben, en su conjunto, en uno u otro sentido, ofrecer un camino y ser diferentes, quizá muy diferentes de lo que han sido desde hace mucho tiempo.

 

Arthur Danto “Después del fin del arte”, 1995


Cuando hablamos de “cartografiar” en sentido figurado, pensamos en la elaboración de un “mapa” mental con el que establecer cierto orden en un proceso o un fenómeno poco conocido. Ahora bien, todo territorio tiene un aspecto tangible y otro intangible. Sigamos adelante con la analogía: al principio solo tenemos frente a nosotros un paisaje -sea este natural o artificial- con un clima dado, con una serie de objetos que el transeúnte puede cruzarse a su paso, y -por supuesto- las personas que hace de ese lugar SU lugar distinguible de cualquier otro, es decir sus habitantes de pleno derecho. Hasta ahí lo tangible del patrimonio de un territorio dado. Pero ¿acaso solo lo físico ingresa en la categoría de “patrimonio”? Sabemos que no: incluimos en lo inmaterial las tradiciones, los usos sociales, los juegos, ciertos rituales, los conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, las identidades impuestas históricamente, también aquellas negadas al igual que las ocultadas, y finalmente las diversas producciones artísticas que nacen en el seno de la comunidad. Sobre este último punto el notable antropólogo argentino Adolfo Colombres nos advierte que el arte contemporáneo que -invocando su ruptura con la tradición- se desterritorializa, destruye la matriz cultural de la que forma parte y vacía de sentido la función transformadora del arte. En lugar de la pertenencia a un territorio, de un arraigo, estas expresiones artísticas divorciadas de su cultura quedan reducidas a lo sumo a objetos ingeniosos o experiencias lúdicas, pero vacías.

 

Dialogar sobre arte en el interior del país -Tucumán - con un artista del interior de esa provincia, nos conduce a repensar la validez de la tradicional dicotomía centro-periferia. Creemos que el análisis de dichas categorías carece de sentido si las pensamos solo geográficamente. En cambio, al hacerlo políticamente y en particular en términos de asimetrías de poder, se despliega una imagen compleja en su máxima expresión. ¿Por qué culturalmente alguien se sentiría “periférico” si cada uno hace “centro” en su territorio? ¿No decía el viejo Tolstoi acaso “pinta tu aldea y serás universal”? Algo espinoso tiene que suceder si el espacio social donde el sujeto se despliega se encuentra desgarrado, inasible, indiscernible de otros espacios alejados y termina confundido con ellos. Quizás resulte de provecho incluir en el análisis las categorías gramscianas de “hegemonía” y “subalternidad”, ya que en su despliegue y articulación también nos brindan hitos de referencia para cartografiar el territorio de la cultura. Cuando aparece un fenómeno de dominación económica, es decir una asimetría entre dos partes, la condición subjetiva de subordinación da lugar a la experiencia de subalternidad, es decir a la aceptación acrítica del modelo hegemónico puesto en juego. Esa experiencia de subalternidad es por definición no violenta y de fácil asimilación. En otras palabras: nos acomodamos a la nueva situación y seguimos adelante sin pensar demasiado. Así, y casi sin darnos cuenta, terminamos internalizando valores funcionales a los que dominan o conducen “moral” e “intelectualmente” ese proceso histórico. ¿Puede el ser humano rebelarse frente a esta operación de dominación que manipula y convence sin el uso de la fuerza? Si, quitándose las telarañas que la hegemonía supo tejer en sus ojos. También reconociendo y desmantelando los entusiasmos voluntaristas, y en su lugar apelando al impulso autonómico que caracteriza las respuestas de transformación de la subalternidad en pos de un nuevo equilibrio y saliendo del juego pasivo-agresivo de la asimilación. ¿Qué lugar, que tareas hay allí para el arte comprometido? ¿Aún podemos hablar de “el arte por el arte mismo”?

 

Las reflexiones que Julio Villafañe ofrece en nuestro encuentro pueden ramificarse a veces, o incluso polarizarse en torno a identidades político-partidarias, pero dan cuenta de un profundo interés –y preocupación- por el estado del arte en el interior de la Provincia de Tucumán. Este horizonte de investigación no tiene grandes apologistas ni cultores en nuestro medio, por lo que resulta más valioso aún el testimonio de este artista y gestor cultural nacido y criado en Aguilares, al calor de las distintas crisis socio-económicas de los últimos cincuenta años, así como del avasallamiento de los derechos humanos de estudiantes, trabajadores y artistas populares en oscuras épocas del país. La condición subalterna en términos políticos y de recursos económicos que encierran casi todas las ciudades del interior, no debería hacernos pensar -sin embargo- en una cultura periférica. Al menos eso se desprende de la vasta experiencia aquilatada por Villafañe y los artistas de su entorno, como podrá comprobar el lector de estas líneas y del reportaje que compartimos en esta oportunidad.

 

Siguiendo los dictados de su curiosidad y de una riquísima tradición artística local, su taller es cuna de creaciones pero también es hogar, sala de exposiciones y hasta plaza gastronómica. Inaugurar una muestra en Villa Sur Art no participa de la lógica adorniana de las industrias culturales, donde el arte se transforma en objetos introducidos en el mercado para su consumo hedonista. No. Se parece más a la celebración de un ritual con un potencial transformador de la conciencia, y hasta generador de una acción política. Esta dimensión estratégica que tiene la cultura viva del interior de la provincia no está suficientemente valorada por las autoridades provinciales del área, según se desprende del análisis de Villafañe. La mercantilización cultural del capitalismo tardío exige que el arte se amolde a las demandas del mercado, a las modas, y ya no importa si una obra es una creación cultural genuina sino que sea consumida, con lo cual su autor ganará un lugar en los circuitos metropolitanos y será admitido en los “altares” de la crítica. Pero la cultura profunda – no necesariamente la ancestral, sino incluso aquella más cercana en el tiempo y el espacio- siempre encuentra un camino para salir adelante en la tarea incesante e inacabable de producir sentidos. Sentidos no únicos, tampoco superiores, sino propios. Plurales, disimétricos y hasta periféricos geográficamente, pero jamás subalternos. La cultura profunda crea significados universales en la misma medida de su localía, de la aceptación de su ubicación en la historia, y de su identidad. Solo así dialécticamente podremos asumir que la periferia…. es nuestro centro.

 

 

- ¿Cómo es tu vínculo con Aguilares y con las artes plásticas?

- Bueno yo nací en Aguilares, y ahí mismo se instala en 1982 un anexo de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), curiosamente mientras todavía estaba todavía en el poder el gobierno militar. El Rector Interventor de la UNT era en ese entonces el Dr. Carlos Landa, quien autoriza esa experiencia piloto que consistía básicamente en un taller de artes plásticas dirigido a la comunidad. Yo era jovencito, pero venía de ganar un concurso de pintura a nivel nacional con un dibujo del ingenio Marapa hecho en tinta china y lápiz de aceite. La Nación nos pagó a los quince ganadores de distintos lugares del país un pasaje en avión, y nos obsequió materiales para nuestro trabajo artístico en calidad de premio. Así que volví a Aguilares con esa distinción bajo el brazo junto con Véliz, un muchacho de Simoca, que luego no continuó dedicándose al arte o al menos yo no tengo registro de eso. En ese momento el intendente de la ciudad era el Teniente López Mujica, un delegado de la Junta Militar, y me convoca para que me presente como candidato para cursar el taller de la UNT. Para ingresar había rendir un examen muy exigente de dibujo en vivo con carbonilla. El hecho es que paso esa prueba y me aceptan en el curso piloto. Ahí daba clases Nilo González, un artista de Concepción -ya fallecido- que pintaba cuadros retratando los ingenios de la zona a través de dos elementos centrales: las vigas y los ladrillos formando una estructura. Es una obra muy linda pero poco difundida por aquí. Al año siguiente abre el Departamento de Artes Plásticas de Aguilares, y ponen en la dirección a la Prof. Lucrecia Rosenberg, y en el plantel docente a Pedro Molina, Carlos Zárate y al propio Nilo González entre otros, a quienes reconozco como mis maestros. Así empezó mi vínculo con las artes plásticas: asistiendo con trece años como oyente a la Facultad de Artes. Durante la secundaria, alternaba el estudio con la asistencia a los talleres de Artes, y a los diecisiete ya estaba pintando al óleo y hacía muestras. Eso hizo que cuando me tocó cursar la universidad para mi hacer Taller era lo más natural del mundo. Después en 1991 el diario La Gaceta me invita a exponer como artista joven destacado en la ciudad de San Miguel de Tucumán, junto con Roberto Koch, Eduardo Joaquín, Enrique Salvatierra, Daniel Duchen, Aníbal Fernández, Marcos Figueroa y Ricardo Abella. Pero eso ya marca el inicio de otra etapa.

 

-¿Quiénes fueron tus referentes estéticos, artísticos?

- Cuando daba mis primeros pasos en Aguilares, yo hacía un tipo de arte que no se acostumbraba a ver en la capital. Aquí se seguía mucho a Linares, a Aurelio Salas, a Gerardo Gucemas, es decir que la producción en general estaba dentro de los movimientos figurativos y neofigurativos. En cambio allá en el interior yo venía trabajando con la abstracción, una dirección totalmente distinta. Mis primeros referentes fueron Piet Mondrian y Mark Rothko, y dentro de esa línea otros pintores que como casi todos los de la escuela abstracta son geométricos, duros y metódicos. Ese camino en la Argentina tuvo a Xul Solar como un exponente que me gusta mucho también. Hice una serie de obras con una conexión muy fuerte con él. Otro referente importante para mí es el uruguayo Torres García porque vincula la abstracción con la propuesta de producir un arte americano, pero no desde el localismo sino desde un lenguaje simbólico universal. Eso me llevó después a producir series de obras con simbología y contenidos oníricos, y pinturas llenas de referencias al zodíaco y lo astral. Como puede verse, nunca quise atarme a nada específico. Una vez después de una muestra que hice en el Club Social de Aguilares con pinturas abstractas al pastel, un amigo llevó unos ejemplares a España y ahí se vendieron muy bien. Es muy fuerte decirlo, pero parte de esa colección la adquirió la Fundación Rothko. Cuando llego a Tucumán por primera vez yo traigo óleos con representaciones de pizarrones, en sus usos más populares: publicidad de carnicerías o despensas, con sus manchas, borrones, y capas superpuestas de contenidos. Los pizarrones acá fueron toda una novedad, y llamaron la atención de Marcos Figueroa quien me invita a exponer en el salón El taller, que quedaba entonces por calle Corrientes. El otro espacio interesado en la serie de los pizarrones fue la Sala Austral, una galería gestionada por la empresa aérea que en aquel entonces estaba en calle 24 de Septiembre. Aunque después mi obra fue mutando -como la de cualquier artista- en ese primer momento hacía mucha abstracción, después pasé a los pizarrones, finalmente incursioné en la figuración, y ya de vuelta de todo decidí alternar entre estilos para no perderme ninguna de sus potencialidades. Lo cierto es que nunca me he quedado enganchado en una sola cosa, por eso además de crear me gusta la gestión cultural: desde 1997 dirijo Sur Art.




Serie pizarrones - S/T

Técnica mixta sobre lienzo (1991)

150 x 150 cm.

 

- ¿Qué es Sur Art y en qué consistió esa experiencia?

- Ese espacio fue creado cuando residía en la ciudad de Concepción. Ahí se organizaron varias exposiciones colectivas e individuales, pero una de las más importantes fue la que se hizo para la inauguración, que resulta ser la primera muestra de arte digital en Tucumán. Los artistas invitados fueron Pablo Ríos y Alejandro Gómez Tolosa. Las actividades de Sur Art no terminaban en exposiciones de plástica, sino que también se hacían espectáculos teatrales y musicales. Lo que me motivó a iniciar Sur Art fue la constatación de que había una gran necesidad de todo tipo de manifestaciones culturales y artísticas al interior de la provincia, y que un nuevo espacio cultural era una manera de democratizar el arte fomentado la circulación de distintas disciplinas artísticas. Cuando me trasladé de nuevo a Aguilares la experiencia de Sur Art continuó pero con otra tónica, y comenzó a funcionar en un espacio cedido por un amigo en la Galería Las Vignolias. Para la apertura estuvo invitado el artista riojano Pedro Molina, que como mencioné antes fue mi maestro y también uno de los míticos docentes de la Facultad de artes. Era conocido como el “Macho” Molina, y fue un artista importante no solo para Tucumán sino en todo el NOA. Falleció hace muy poco, en 2015. Es importante decir que en Sur Art no solo estaban presentes los consagrados: también realizamos muestras de artistas emergentes, actividades de presentación de libros, lectura de poesías, música y teatro. Mientras tanto yo seguía produciendo mi obra; ya me había recibido de Licenciado en Artes Plásticas, y me dediqué a pintar y exponer. Finalmente el proyecto desembocó en lo que llamé Villa Sur-Art, que es una casa-museo-taller ubicada en el corazón del barrio Jorge Newbery de la ciudad de Aguilares. Es casa porque vivo ahí, taller porque es donde trabajo, y museo porque durante toda la vida he ido adquiriendo obras, sea por intercambio con artistas, o por adquisición personal, y tengo un patrimonio de más de cien ejemplares entre pinturas, dibujos, grabados y esculturas. El catálogo tiene nombres de muchos maestros, algunos de los cuales ya mencioné como es el caso del “Macho” Molina y de Carlos Zárate de La Rioja. De aquí de Tucumán puedo nombrar al maestro Ezequiel Linares, Aurelio Salas y Ernesto Dumit, a Froilán Colque y Víctor Montoya de Jujuy, a Rodolfo Soria de Santiago del Estero, a Neri Cambronero de Salta, y artistas de Buenos Aires como Juan Manuel Sánchez que fue uno de los integrantes del grupo Espartaco llamado así en homenaje a las rebeliones obreras de todas las épocas. Así fue como se formó la colección Villafañe que puede visitarse en Villa Sur Art.

 

- ¿Qué te llevó a pasar de la creación artística a la gestión cultural?

- Las necesidades del interior de la provincia son siempre grandes y los circuitos de exposición artística no son la excepción. Hay todo un recorrido desde las primeras exposiciones en confiterías, hasta llegar a exponer en un museo, o tener la posibilidad de participar en una muestra internacional. Cuando era estudiante, por ejemplo, para exponer prefería la informalidad de un bar a la formalidad de una institución oficial. Pero entonces tenía que gestionar en cual bar me iban a dejar exponer, ese día ponerme a organizar la recepción, la inauguración, redactar e imprimir un catálogo aunque sea mínimo… Dicho sea de paso, a fines de los ochenta los catálogos no eran lo que hoy son, eran objetos más simples, a veces una fotocopia en blanco y negro, no estaban disponibles tecnologías de impresión como ahora son el offset o el full color. En aquel entonces el artista tenía no solo que pintar, hacer el bastidor, barnizarlo, colgar la muestra, armar el catálogo, buscar los auspiciantes... Uno tenía que estar en todo, en cambio ahora eso se ha descentralizado y ya hay un montajista, un curador, un relacionista público, donde cada tiene su especificidad dentro del campo del arte. Sin embargo, en el interior todavía hay artistas que trabajan a la antigua o sea dentro de esa línea autogestiva, artistas que han hecho todo eso para llegar adonde están. Volviendo a la pregunta, gestionar eso llevaba tiempo, mucho, y al final del día siempre terminaba aprendiendo algo más en torno a las múltiples tareas de un artista, experiencia que fui atesorando y me sirvió a la hora de pensar y crear Sur Art.

 




Serie política - S/T

Acrílico y collage sobre tela (2019)

30 x 30 cm.


- Tu obra reciente tiene un contenido político, a veces desde la iconografía, a veces desde el tema, a veces desde el mensaje. ¿Cómo aparece este ciclo creativo dentro de tu trayectoria?

- La etapa política de mi obra surge como un homenaje a los ideales de mi abuelo Jesús Modesto Ruiz, específicamente a su filiación justicialista. Es cierto que siempre me cautivó la resistencia en la memoria popular de las imágenes de Perón y de Evita, que por supuesto en mi vida -como en la de muchos- siempre han estado presentes. Recuerdo en casa de mi abuelo un cuadro de Perón subido en un caballo con manchas negras. Aunque ese cuadro se perdió en el tiempo, veo la foto dentro mío como si fuera ayer. Además mi abuela Dominga, es decir la esposa de mi abuelo, era integrante de la comisión local de la Fundación Eva Perón. Ella colaboraba con la entrega de regalos infantiles para las fiestas de Navidad y de Reyes, bajo la consigna de que los niños tenían derecho a jugar. Ahí se ve cómo he estado muy marcado por la transmisión familiar de lo que fue el primer peronismo. Con el tiempo fui armando una colección de objetos peronistas originales, con los que en septiembre de 2018 organicé una muestra en Villa Sur Art.

 

- ¿En qué consistió esa muestra y qué repercusiones tuvo?

- La muestra se inauguró en Aguilares para la época en que Mauricio Macri avanzaba con su proyecto de reelección. Anteriormente solo había hecho una que otra referencia a la política, muy pocas a decir verdad porque yo estaba en la línea de la abstracción como comenté al principio. Pero para esas elecciones me sentí llamado a tomar una posición bien definida desde mi obra y poner a jugar lo ideológico para llegar a la gente y producir una mirada crítica, una lectura de la crisis que estaba viviendo la Argentina de cara a las elecciones presidenciales. La muestra se llamaba “Mitin”, y la armé con la intención de sensibilizar al electorado. Quería que mi obra fuera un instrumento para convencer a la gente de votar a los espacios políticos anti-neoliberales. La exposición contaba con una serie de pinturas que reflejaban distintas facetas del primer peronismo y de la etapa de Cristina y Néstor Kirchner. A esa muestra le sigue al año siguiente “Pasión peronista”, donde yo selecciono y exhibo objetos personales vinculados en algún aspecto al peronismo. Ninguno fue intervenido artísticamente, lo hice respetando los objetos originales: había fotos de época, medallas de los juegos Evita, afiches, pasacalles y diferentes objetos que fui juntando con el tiempo, a los que se sumaron otros que fueron cedidos en préstamo para la exposición. Esa fue una muestra interesante, y la idea desde el comienzo fue hacerla itinerante. Por eso estuvo primero en Aguilares, en Villa Sur Art, después pasó a una parrillada de un compañero de militancia, y finalmente se presentó en la ciudad de Tucumán en la Casa/Estudio 22 que dirige Silvia Porta. Ahí había entre otros objetos importantes una carta y un busto de Evita en bronce que había sido destruido en la década del 50 en Concepción y fue recuperado por un militante que la cedió en préstamo para la muestra. De hecho, esa obra era el centro mismo de la muestra, porque representaba en su tragedia el auge y caída del primer peronismo, pero sobre todo describía sin necesidad de palabras la saña de los militares y de la oligarquía de las provincias contra el peronismo en sí, que al final vuelve a surgir siempre de sus cenizas cada vez que algún poderoso lo quiere hacer desaparecer.

 



Serie política - "Si no hay pan para el pobre..."

Acrílico y collage sobre cartón (2019)

70 x 45 cm.


- Tus obras recientes están trabajadas con técnicas mixtas, sobre todo collage y aerosol, a diferencia de anteriores que son de factura más clásica: tinta, lápiz o acrílico. ¿Hubo una evolución en la técnica? Por otra parte, ese mestizaje que pones en juego desde el campo de lo político ¿no está representado también en ese cambio de medios expresivos?

- A veces me preguntan si hay evolución en el arte o en todo caso hay cambios sin que signifique que sea mejor lo actual que lo anterior. Yo creo que sí hay evolución, hay evolución en lo personal y también en el arte en general. Uno no puede dejar de lado los adelantos científicos que han modificado las técnicas que el artista dispone: pigmentos, soportes materiales, y últimamente el arte digital... Entonces sí veo una evolución en cuanto a eso. Pero desde lo personal también es cierto que uno crece y cambia. Hay una evolución natural también en el artista, sea en la factura pictórica, sea en la temática con la que trabaja a diario, sea en la formación intelectual. Es así: uno va creciendo, cambiando, evolucionando. Yendo a tu observación, es muy buena porque a la política no la pienso como una actividad de escritorio, sino como una acción muy de la calle donde se cruzan y mezclan todo tipo de actividades, oficios y clases sociales. Y yo apunto a representar y valorar esas acciones políticas callejeras como el afiche pegado, el voto entregado en mano, los grafitis… en mi obra está la impronta de esa forma de hacer política. Tengo un bagaje de experiencias personales por andar metido desde siempre en la política, y esas vivencias son las que afloraron en algunas de mis producciones más recientes. Como he trabajado en comités políticos, sé lo que es salir a pegar afiches, a poner pasacalles, y es ese mundo el que quedó dentro mío y que pretendo reflejar. Incluso tengo obras que están hechas propiamente sobre pasacalles descartados. No necesariamente tienen que reflejar una imagen política pero sí busco reciclar viejos pasacalles que fueron usados en alguna campaña, recuperarlos y sobre eso pintar algo nuevo. En cierta forma es un retorno del palimpsesto, también…

 

- Borges, que renegaba del peronismo, decía que las preferencias políticas de un artista no eran trascendentes respecto de su obra. Parece que al menos en tu caso esta afirmación no aplicaría, porque las opiniones políticas son precisamente parte de tus creaciones. Más allá del artista militante, ¿el arte puede también ser crítico con la política? He visto algunas lecturas en tus obras que no son necesariamente celebratorias del peronismo.

- Sí, creo que siempre en la obra juega esa tensión entre lo que a uno le gusta y lo que a uno no le gusta de la política y los políticos. Por un lado, está lo propagandístico que implica hacerse cargo de que uno tiene posiciones sentadas, y desde ahí yo expreso mi simpatía con el primer peronismo y con el ciclo kirchnerista como ya dije antes. Con eso no levanto solo las banderas familiares sino las de mucha gente del interior de la provincia: soy peronista por parte de padre y madre, pero además cientos de familias también lo son. Hay un dicho popular que se escucha en las plazas: “las grandes alegrías nos las dio el peronismo” ¿no? No he reservado críticas tampoco al macrismo, aunque es algo muy puntual en alguna obra de 2019 que representa un grafiti callejero con la leyenda: “Macri gato”. Detrás de esa obra no hay una visión partidaria, sino que busca representar el sentir, la reacción de un pueblo sin distinción de banderas, que ve que unos ladrones lo están gobernando y causando daños en el tejido social, cultural y económico. Por lo menos es mi manera de ver. Entonces ahí también hay una visión crítica de lo actual. Después está el asunto desde donde se lee la obra, ya que puede ser que el que la ve se posicione desde la izquierda o desde el socialismo, y no necesariamente desde el peronismo, y ahí ya entra a jugar otra cuestión que es la ideología del espectador. Porque además de la expresión lógica del artista, está ese momento donde el espectador está frente a la obra, y hace su propia lectura. Yendo un poco a la historia, la idea del artista militante yo la rescato del colectivo de los Artistas del pueblo, ligados al pensamiento de izquierda y al anarquismo como Abraham Vigo y otros tantos. Ellos eran verdaderos pintores militantes, que dieron forma a la crítica social durante la década infame. Ellos se hacen cargo de mostrar esa realidad que estaba viviendo el pueblo, con gente expulsada de las ciudades que caen en los ranchos, en los arrabales, y al mostrar esa realidad toman partido por los desposeídos, los desamparados. Desde esa visión no solo producen su obra, sino que también militan editando revistas, escribiendo manifiestos y asumiendo una posición ideológica. Y yo estoy de acuerdo con esa posición, porque valerse del arte para cambiar la realidad es una idea que tiene vigencia aún, y eso que desde entonces pasaron casi cien años. Cuando un artista asume una posición política es porque quiere cambiar su realidad, porque ve que algo no está bien alrededor y quiere hacer su aporte para ese cambio.


 



Serie máscaras - S/T

Grafito y collage sobre tela (2019)

120 x 120 cm.


- En los años setenta, en el campo de la comunicación popular hubo muchas experiencias -pienso en Pino Solanas, en Octavio Getino- donde a los cineastas no les interesaba reproducir su documental o su ficción en una sala comercial. No solo por esquivar la lógica comercial del circuito de consumo, sino por la posibilidad de poner a debatir y a circular ciertos sentidos de la película en ese momento, en un público relativamente reducido, y así poder conversarlo, poder discutirlo. Por eso elegían clubes de barrio, sociedades de fomento, unidades básicas… Cuando exhibes tu obra, ¿qué respuesta retorna desde el espectador?

- Cuando alguien va a ver una muestra mía, ya con el título saben qué se van a encontrar. Es como un filtro, no creo que vaya cualquiera. Por supuesto, la mayoría de los que van son lo que llamamos “gente del palo” o sea personas con el mismo pensamiento que uno o parecido. Y de esos encuentros salen muchos recuerdos en común, incluso aunque uno no se conozca personalmente. Fíjate que hasta los que nacieron después de la muerte de Perón, tienen recuerdos familiares de lo que el justicialismo hizo por los pobres, los marginados, los descamisados como decía Eva. Sea a través de los padres o de los abuelos, la gente tiene una reminiscencia de ese tiempo como una época feliz. Y lo que hago en mi obra es ahondar en esas reminiscencias del imaginario social. La plástica abre el juego de mostrar una realidad que puede estar ocurriendo en estos momentos o puede mostrar una realidad que ya pasó. Un caso interesante es la experiencia de “Tucumán Arde”, cuando en 1968 unos artistas rosarinos y porteños se plantearon mostrar la realidad que había en Tucumán y que era silenciada por los grandes medios y los poderosos de siempre. Ellos veían que la realidad estaba ocultada por el gobierno de facto, y se proponen hacer a través de su arte una acción de contrainformación, de comunicación popular pero desde un costado conceptual. Y desde ese lado conceptual plantean la lucha, desde su producción artística logran reflejar la realidad de lo que pasaba en Tucumán y que no circulaba libremente. La enseñanza que ese proyecto nos deja es muy importante: demostraron que es legítimo que los artistas tomen una posición política contra un gobierno que está oprimiendo al pueblo, que miente y está causando daño al país y sobre todo a la gente del interior. Además de los Artistas del pueblo, de ahí también tomo yo el ejemplo de asumir una posición política, incluso diría hasta partidaria, así como la tarea de retratar la realidad a través de mi obra.

 

- En cierta forma hemos estado hablando de la política retratada por el arte. Ahora bien, ¿cuál es la incidencia de la política en este sector, sobre todo en el arte del interior de la provincia? ¿Hay programas que fomenten las artes visuales, la producción y circulación de obras?

- No veo políticas claras desde el Estado, sobre todo hacia el interior de la provincia donde directamente hay una gran carencia en lo que respecta a la cultura. Puedo hacer público este planteo porque antes lo hice en forma personal en el Ente Cultural de Tucumán, desde donde se sigue manteniendo la dicotomía entre centro y periferia en torno al financiamiento. Precisamente Villa Sur Art nace para acercar el arte a las ciudades del interior, partiendo de Aguilares con una política de expansión y acercamiento del arte a la comunidad, ya que veía que las instituciones oficiales no realizaban este tipo de actividades. Si no tomamos la iniciativa en forma urgente, todo el arte va a terminar girando alrededor de la capital provincial. Necesitamos lineamientos claros encaminados a una cultura verdaderamente inclusiva. Mientras no se descentralice la cultura, el panorama no va a cambiar. Yo sé que este tópico da para el debate, y que seguro molestará a más de uno. Pero si no se “mueve el avispero”, ¿para qué serviría debatir algo? Al final San Miguel resulta al interior de la provincia, lo que Tucumán es respecto de Buenos Aires. Pienso que no hay que esperar respuestas oficiales, y que las cuestiones culturales tienen que activarse desde el sector independiente. Esto en principio no tiene nada de malo, al contrario, pero vemos que bajo ese rótulo de “independencia” se oculta que el artista tiene que ser a la vez pintor, promotor cultural, curador, montajista y hasta vendedor de pauta publicitaria. Entonces yo ahí cuestiono que el artista haga su producción y juegue en forma individual, sino que hay que comenzar a pensar “en equipo”. El artista tiene que poder activar otras respuestas que vayan más allá de lo meramente plástico y formal. ¿Cómo salimos adelante en el interior sin la ayuda del Estado? Lo que vemos que sirve es conseguir buenos compañeros de ruta que coincidan en los pensamientos, porque “cortándose solo” al artista del interior todas esas cosas le van a terminar jugando en contra. En cambio trabajando en conjunto todo eso se convierte en una experiencia diferente.

 



Serie objetos - "El pescador"

Madera, cerámica y clavos montados en madera (2019)

50 x 30 cm.


- Explorando tu faceta docente, ¿cómo ves a las nuevas generaciones? ¿De dónde vienen y hacia dónde van los jóvenes artistas?

- Yo empecé a enseñar en el Departamento de Artes de Aguilares en el año 2011, en una asignatura que se llama “Composición”, que es la materia final con la que se reciben los alumnos. La consigna es planificar la obra, describirla y justificar por qué eligieron pintar eso. Luego se presenta en la defensa la obra como una construcción integral. Dejé un tiempo la enseñanza para hacerme cargo de la coordinación académica la institución, y una vez finalizada la gestión volví a enseñar la materia. Sin embargo, la currícula de la carrera se ha actualizado y el título pasó de “Artes Plásticas” a “Artes Visuales”. Es lógico entonces que la asignatura se reformule, y desde 2021 pasó a llamarse “Investigación”. Ahora enseño a los alumnos y alumnas cómo hacer una investigación sobre lo que quieren desarrollar, y las distintas formas de llegar a ese resultado. Respecto de cómo veo a los jóvenes artistas, los veo muy enamorados de lo que llaman “arte contemporáneo” que muchas veces es superficial y efímero, aclarando que a mí también me encanta y disfruto mucho de algunas obras de arte contemporáneo, además de considerarme a mí mismo un artista “contemporáneo”. Pero lo preocupante es que muchos jóvenes en nombre de lo espontáneo dejan de comprometerse con el trabajo a largo plazo que demanda el arte. Si bien no quiero poner a todos en la misma bolsa, en general los jóvenes descuidan su formación técnica y con eso se pierden lo más lindo de ser estudiante que es la posibilidad de hacer prácticas de taller. Ahí uno juega a ser artista, juega a sentirse libre creando y probando distintas técnicas, y comienza a desplegar esa pasión que el que pinta sabe que lleva adentro. Ahora a los chicos no les interesa dedicar horas a la práctica, sino que van y directamente hacen lo que les parece que es su obra. Por darte un ejemplo va un alumno y toma una foto sin pensarlo mucho y a los diez minutos ya la está presentando en un salón como si automáticamente eso la convirtiera en una obra de arte. Por supuesto que puede estar bien o mal hecha, pero así están pasando por alto el planeamiento que toda obra requiere, desmereciendo la importancia de la formación técnica y de la práctica. Quizás por eso muchos jóvenes duran un año en el ambiente y luego desaparecen del mundo del arte. En cambio, los que tienen alma de artista siguen manteniendo su curiosidad y sus ganas de aprender aunque pasen los años. Ahí está el asunto.

 

- Recuerdo que Tolstoi, el escritor ruso, polemizaba a fines del Siglo XIX con sus pares diciendo que el arte no se enseña en las academias, y que en todo caso se pueden transmitir técnicas pero que eso no convierte a alguien en un artista. Y así como hay pintores autodidactas, se puede pasar por la universidad y obtener un título, sin llegar nunca a ser un creador.

- Sí, totalmente. Uno puede cursar toda la oferta académica disponible y no ser un creador, es así. Pero otra parte, hay una diferencia entre ser docente en artes y ser artista, y no está mal el camino que cada uno elija. Hay mucha gente que se recibe y que luego decide dedicarse a la docencia en escuelas públicas o en forma particular, y para eso también tienen que haber aprendido mucha técnica, así como estética y teoría de la plástica. En cambio el creador muchas veces necesita olvidar lo aprendido para llegar a encontrar su propio estilo, su forma de ser. Por eso el artista tiene que saber su oficio en forma correcta, saber los pasos que hay que seguir para hacer un retrato al óleo, aunque después no use la técnica o la aplique de una manera personal. Quizás a otro artista le interesa el dibujo, y bueno, aprende a dibujar de varias formas hasta que encuentra su propio estilo, porque ya sabemos que a una obra se pueden arribar desde distintas técnicas. Esa es la esencia y a la vez la magia del arte: la multiplicidad de caminos.

 



Serie abstracta - "Si no hay pan para el pobre..."

Acrílico y collage con periódicos de París sobre cartón (2015)

70 x 45 cm.


- Volviendo a tu producción más reciente ¿qué experiencia te dejó la muestra en Casa/Estudio 22 en el mes de diciembre?

- Fíjate que muchas de esas obras ya estuvieron expuestas en otros lados, pero colgadas en ese espacio tuvieron una lectura diferente, distinta. Por ahí se trata de los espectadores que frecuentan cada circuito de exposición, porque cuando traje la muestra de objetos representativos del peronismo que mencioné antes, aquí generaban asociaciones diferentes en el público. En el interior, por ejemplo, los asistentes rescataban en sus conversaciones historias orales familiares sobre las épocas de gloria y decadencia de los ingenios. Eso no es un tema de conversación que surja espontáneamente en San Miguel de Tucumán. Yo lo que escucho cuando voy al Estudio 22 son lecturas quizás más ligadas a espacios intelectuales y universitarios, y el público hace asociaciones con otras obras o muestras de otras provincias, exposiciones en Buenos Aires... Más allá de las diferencias que marco, lo que digo siempre es que lo importante es que la exposición abra el debate, para que los visitantes puedan confrontar distintos puntos de vista, sea que terminen en encuentros o desencuentros, nunca se sabe. Dicho sea de paso, me gustó la reseña que hiciste de la muestra Villafañe/Soria, y sobre todo coincido con la mirada del “anti-ritual” que ocurre en Estudio/22. Creo que es un espacio que desacraliza el arte, y donde el público se involucra y participa desde otro lugar. Entonces la obra se completa en ese juego de interpretaciones y reinterpretaciones, y opera como disparadora de preguntas hacia sí misma, pero desde la mirada del espectador. Lo curioso es que siento que en ningún momento la obra pierde por esto su aura, en el sentido que le daba Walter Benjamin. Me parece que en espacios como el Estudio 22 el arte puede ser visto y abordado desde otros puntos de vista, desde una mirada descontaminada de lo hegemónico, lo central, y haciendo eje en cambio en lo periférico.

 

- Ya que lo mencionas, el concepto de periferia quizás tenga una connotación negativa un poco injusta. Estar en la periferia también da al artista un mayor rango de acción para muchas cosas, ¿no? Trabajar en los márgenes es trabajar “fuera del radar” y sin presiones en muchos aspectos. También sin recursos, reconozcámoslo, pero ¿no hay acaso un costado rescatable de lo periférico?

- Es interesante mirar lo periférico desde ese lado que estás planteando, porque de pronto el artista que está en el centro de la escena termina –quiéralo o no- respondiendo a intereses ajenos a la creación, en una de esas porque le transmiten qué es lo que demanda el mercado del arte y él va y hace eso sin que sea algo que represente su visión interior. En cambio, el artista periférico tiene otra libertad: la de poder hacer su obra sin estar dependiendo de nadie ni de nada. Eso es lo que se desprende de una experiencia en particular del arte soviético, que es la abstracción geométrica. Esos artistas no se encolumnaron en el realismo socialista, el programa artístico oficial del gobierno de Stalin, sino que decidieron trabajar desde la periferia, forjando una cultura paralela. Rescato en especial a Kazimir Malévich, pintor abstracto y fundador del suprematismo ruso. El grupo que nuclea este pintor no quería entrar a competirle al realismo soviético porque veían que había que cambiar la realidad de otra manera, no intentando reproducirla con mayor o menor fidelidad. Entonces desde la periferia, o desde los márgenes, actuaron creando una nueva cultura para un nuevo público, ya que se necesitaban otros ojos, una mirada más fresca para ver todo lo que sucedía ahí. Así este grupo de artistas terminó creando una cultura no oficial que va a impactar luego en el arte contemporáneo, como en el neoplasticismo y el constructivismo. Claramente ahí la periferia tiene otro valor. Volviendo a nuestra tierra, a partir de mi experiencia en Villa Sur Art considero que la periferia puede volverse centro y hasta desplazarlo, ¿no? Siempre y cuando uno se reconozca y se haga cargo de su ubicación periférica, sin querer verse reflejado en otros espejos.

 



"Portal de los amores perdidos"

Acrílico sobre tela (2017)

150 x 150 cm.


- ¿Coexisten distintas visiones sobre el arte en nuestra provincia? ¿Cuáles serían?

- En Tucumán ya hay referentes que abordan técnica y teóricamente el arte contemporáneo, como Marcos Figueroa por ejemplo que tiene otra visión que no es la nuestra. Ellos ven el arte desde su punto de vista, atravesado sobre todo por la cuestión del mercado y el significado de las obras. Funcionan de una manera totalmente diferente, pero que es totalmente válida y enriquecedora también. Pero hay que remarcar que, aunque hay muchos movimientos artísticos en la provincia, cuesta mucho hacer actividades en forma conjunta. Será por ahí que somos muy individuales, y es en ese punto donde hay que trabajar duro e incorporar los aportes también otras disciplinas. Con muchos colegas y amigos estamos construyendo desde nuestra línea de pensamiento ideológico y plástico, caminos alternativos a lo que está sucediendo en Tucumán y en el país. Queremos también tener nuestro pensamiento desde el interior para el interior. Entendemos el arte como necesario para una transformación y creo que en eso hay una coincidencia entre muchos artistas, aunque no terminamos de encontrarnos. De hecho, no importa si uno se denomina “grupo” o no. Las coincidencias son lo que generan un sentido de comunidad y no al revés. No es por ser una comunidad o un grupo que vas a pensar igual, es lo contrario. Entonces, si somos muchos o pocos no tiene importancia, pero sí interesa que nos reconozcamos en esas diferencias y esas coincidencias.

 

- ¿Tucumán se debe un debate sobre lo central y lo periférico en el arte?

- Desde Villa Sur Art yo vengo haciendo de alguna manera arte independiente, pero eso no significa en soledad. Por eso es importante contar con buenos interlocutores, sobre todo si cada uno tiene un enfoque diferente sobre qué es lo periférico, así se pueden sumar puntos de vista. También nos interesa sumar aportes desde otras disciplinas, porque claramente eso nos enriquece y también beneficia al arte en sí. Creo que el concepto de periferia es el paraguas que nos hace un colectivo, que aunque sea heterogéneo no deja de ser un espacio de creación desde el consenso y el disenso. Esa es la apuesta. Es muy bueno abrir un debate para que uno se repregunte y se cuestione este tema que venimos trabajando desde hace un tiempo en un espacio transversal con artistas de la región, pero que no está cerrado ni lo estará. Dos interlocutores de mucho valor en este tema son Luis Vivas y Silvia Porta, que integran el Proyecto Periferia y que tiene muchas coincidencias con Sur Art. Respecto de la descentralización del circuito de exposición hay que mencionar además de Casa/Estudio 22 que gestiona Silvia Porta, a la Galería Runakay de Villa Batiruana en el Departamento de La cocha que es una iniciativa de la Dra. Rosa Villafañe, y “Fusión arte y gastronomía” un espacio nuevo en la Ciudad de Santiago del Estero que está a cargo de Rodolfo Soria, artista y amigo conocido popularmente como “El gaucho”. Cada vez somos más los artistas que elegimos no seguir renegando y no nos presentamos en salones oficiales, sino que circulamos por esos espacios alternativos, llevando nuestra obra a lugares y personas que no tendrían otra forma de acceder a estas manifestaciones culturales, y que nunca se limitan a la pintura: combinan música, buena comida y buenas compañías. Así, quien no va a disfrutar de la periferia, ¿no? -

 

En Plaza San Martín, San Miguel de Tucumán

21 de enero de 2022

(*) Psicoanalista, comunicador, docente universitario

 


5 comentarios:

  1. Excelente, me parece fructífero que se conozcan por este medio, a los grandes artistas tucumanos cómo lo es Julito Villafañe.

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  2. Excemente reportaje!!! No es paea menos tratandose de un artista de la talla de JULIO VILLAFAÑE!!! Felicitaciones!!!

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  3. Muy buen reportaje a nuestro Artista Plástico, excelente toda su obra la cual conozco desde que empezó, cuando era un niño...

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  4. Patricia Arias: Me encanto el reportaje que hicieron a nuestro Artista Plástico de la ciudad de Aguilares el Lic. Julio Villafañe, al cual quiero y admiro mucho, conozco toda su excelente obra, ya que lo vi crecer, formarse y convertirse en lo que hoy es, un ARTISTA PLÁSTICO de primera línea un orgullo para nosotros los aguilarenses.

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