POEMA III
A veces, casi siempre, lo mejor sería callar. No
dimitir ante esos signos incomprensibles. No hablar,
como con vidrios bajo la lengua.
Si
pudiéramos desprendernos por tan solo un día de nuestro cuerpo,
abandonar todas las posibilidades,
reducirnos a un símbolo
en un espeso diluvio de
comprensiones.
Pero soy hablado y actuado
desde pirámides de intuiciones,
paredes que bajan hasta tocar,
hundir, estallar,
bendecir nuestros sentidos.
¡Ah! he aquí el salto hacia la alegría,
la punta de la ola, la cima de
la montaña,
el brillo de dos ojos, y
luego,
el descenso hacia los
escorpiones,
lugar que no domino, teatro de
sombras,
donde bien sé que hay otros
cadáveres esperando.
Me sulfuro, estoy en contra de
todos mis pensamientos,
tengo una infinita capacidad
de explotación de mi alma,
mi alma, esa palabra mal
usada,
la cotidiana insatisfacción
con que recibo
a cada uno de mis gestos, las
promesas del hastío,
los diez mil diablos y látigos del amor.
Guillermo Roig nació en Buenos Aires en 1954. Publicó Sueño de metales (1982),
Tiempo de metales (1985) y Reino Clan Destino (1992). Integra el consejo de
redacción de la revista «Ultimo Reino» desde 1979. ¿Qué es un lenguaje que deriva en
otro? O mejor aún: ¿qué es derivar? Es una suerte que ya haya en la poesía
argentina una tradición a la que este autor se suma, una tradición que describe
algo más que el poema, o si se prefiere, un más allá del poema.
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