Incidente
Él retrocedió y
le pegó un balazo. Al volver le disparó
y el otro, tambaleándose, más allá del bosque
sombrío, cayó herido, agonizante, muerto, inmóvil totalmente.
En el suelo,
sangrando, herido de muerte. Murió entonces allí después de caer,
el veloz proyectil le destrozó el rostro
y la fina sangre salpicó la luz plomiza y al asesino.
Hay imágenes del
muerto por todos lados. Y su espíritu
absorbe la luz. Pero murió en una oscuridad más oscura que su alma
y todo se estremeció ciegamente
bajo los peldaños
mientras agonizaba.
Nada sabemos del
asesino
excepto que
regresó de algún lado para hacer lo que hizo.
Y sólo disparó sólo una vez a la mirada fija de la víctima
y se alejó de prisa al correr la sangre.
Se sabe apenas
que era hábil, silencioso y rápido y que
probablemente era conocido de la víctima. Sólo eso, aparte
de los amargos coágulos, la expresión del muerto
y la fría
sorpresa de sus dedos y manos exánimes, nada sabemos.
1969
Incident
He came back
and shot. He shot him. When he came
back, he shot,
and he fell, stumbling, past the
shadow wood,
down, shot, dying, dead, to full halt.
At the bottom,
bleeding, shot dead. He died then, there
after the fall,
the speeding bullet, tore his face
and blood
sprayed fine over the killer and the grey light.
Pictures of the
dead man, are everywhere. And his spirit
sucks up the
light. But he died in darkness darker than
his soul and
everything tumbled blindly with him dying
down the
stairs.
We have no word
on the killer,
except he came back, from somewhere
to do what he
did. And shot only once into his victim'
stare, and left
him quickly when the blood ran out. We know
the killer was
skillful, quick, and silent, and that the victim
probably knew
him. Other than that, aside from the caked sourness
of the dead
man's expression, and the cool surprise in the fixture
of his hands
and fingers, we know nothing.
Amiri Baraka (Newark, 1934−2014), fue un
escritor y crítico musical afro-americano, profesor en varias
universidades prestigiosas y un poeta deslumbrante. A principios de los ’60
tras el asesinato del líder Malcolm X, Baraka rompe definitivamente con la
cultura blanca, radicalizando sus posiciones políticas. Contacta con el
nacionalismo negro, fijando su residencia en Harlem. Aquí se dedicará a crear
una cultura negra a través del arte. Publicó 14 libros de poesía, en los que se
leen versos incendiarios contra la sociedad opresora de su raza. Más de una vez
lo encarcelaron y sufrió maltratos y vejaciones. En 1967, de la muerte lo salvó
la protesta airada de los negros en las calles y la ola solidaria que se
extendió por el mundo, impulsada por Allen Ginsberg, Jean Paul Sartre y otros
intelectuales.
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