Yo nací joven
Esto
lo saben los árboles más viejos
y
las nubes que empiezan a formarse.
Sigue
lloviendo,
pero
la tierra está tranquila
y
el viento se ha refugiado
en
las alas de un pájaro serpiente.
Por
mi ventana veo tanto cielo
que
mis ojos se van y a veces no regresan.
Yo
veo y oigo y huelo y toco y paladeo.
Y
esto me ocurre como al agua natural
que
nadie ve.
Estoy
perdiéndome sin horizonte,
y
cuando me tropiezo con el tiempo,
creo
que la muerte tiene tanta vida
como yo en ese instante.
Madrugada del 8 de
noviembre de 1969
Carlos Pellicer Cámara (Villahermosa, 1899 -
Ciudad de México, 1977) es considerado el
poeta mexicano de más amplio registro y mayor intensidad de la primera mitad
del siglo XX. Abrevó en la fuente de las corrientes de vanguardia y las asimiló
en una obra original y consistente. Integrante del círculo de creadores formado en torno a
la revista Contemporáneos (Jaime Torres Bodet, Salvador Novo,
Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Bernardo Ortiz de Montellano), a diferencia
de ellos no se inclinó por una poesía metafísica, centrada en la conciencia.
Carlos Pellicer se interesó más bien en la exuberancia del paisaje natural y
los elementos que lo integran (el aire, el viento, el fuego). De ahí que la
crítica no considere racionalista su poesía, sino más bien un canto que celebra
el mundo. Sus palabras quieren reordenar la creación. Pellicer ve el mundo con
otros ojos y al hacerlo modifica la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía
con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una
interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin.
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